Chávez evoca un chafarrinón de pinturas frescas, vivas y abigarradas, más desde que decidió envolverse en la bandera, literalmente, con ese chándal diseñado con los colores patrios que ya había puesto de moda Fidel Castro cuando se retiró a la enfermería, infinita como sus discursos. También en esto le imitó Chávez, aunque con un sutil cambio de género y en formato televisivo: se sabía a qué hora comenzaba su programa Aló, presidente, pero no a cuál terminaría. Castro y él, además de en las logomaquias, coincidían en la pasión por el caqui y el verde oliva. Alguien debería ocuparse de explicar por qué determinada izquierda, la dictatorial, propende al caqui y a los desfiles allí donde gobierna -añadan China, Corea del Norte y demás- al tiempo que manifiesta una ruidosa repulsión por lo militar donde no. A esa izquierda le gustan también las momias, y por eso embalsamarán a Chávez, quizá después de sustituir su cadáver por el de algún muerto más guapo o de hacerle la cirugía estética. La propensión a lo hortera y a la verborrea que producía verbalgia hizo que el escritor mexicano Carlos Fuentes le llamara payaso. Combina bien con el norcoreano Kim Jong Un y sus payasadas (el hombre más atractivo del mundo, ¿recuerdan?), con algunas de las de Putin, quizá tan machista. Menos macabro que los chinos, su cáncer no fue inventado como el de la Kirchner, pero se le atribuye oficialmente a los servicios secretos americanos, acaso también culpables de ese aturdimiento mental proactivo del pobre Evo. Podría seguir así unas cuantas páginas y posarme en personajes más cercanos, para llegar a la pregunta: ¿qué nos pasa?
Estupenda idea recurrir a la utilización del color para hablar de los regímenes dictatoriales. Pero, qué significado tuvieron estos en un principio antes de ser abrazados por las fuerzas revolucionarias, si no es que surgieron con ellas mismas. Siento decir que no es sòlo un recurso propio de las dictaduras, algunas formalmente democráticas. Qué se esconde sino tras los trajes perfectos, que uniformizan a los líderes del occidente, tantas veces parcos en palabras. Puede que haya una línea divisoria que nos distancie. Pero el marketing político está tan presente aquí y allá, con colores que anhelan la revolución, la libertad, y dios sabe qué mas.
Paco, te imagino escribiendo con el cuchillo entre los dientes.
Escribía más bien aburrido, pero si dices eso me entra el miedo a haberme pasado.
Nada, nada…, sin miedo, que una incursión tipo comando pinchando aquí y allá la tiene cualquiera, je, je.
Izquierda dictatorial, dices. Como sí hubiese otra.¿ O te crees que la izquierda que hay en España es democrática? En fin, Paco, no caigas en los tópicos típicos de la progresía. No hay izquierda que crea en la libertad.