La Voz de Galicia

La noticia corría ayer desbocada por las ediciones electrónicas de los periódicos en medio mundo y, como consecuencia, por las redes sociales: siete Navy Seals han sido acusados de revelar secretos militares para un videojuego en cuyo desarrollo participaron como consultores. Para más alegría de la marca que lo comercializa, y todos los medios la citan sin reparo, uno de ellos, según parece, formaba parte del comando que acabó con Bin Laden. Imaginen el valor añadido que semejante publicidad significa para el videojuego y, en general, para todos los videojuegos de esa empresa. Ciertamente, no les sale gratis: tienen que pagar a los Navy Seals que, a su vez, han sido castigados con un mes de sueldo. No tengo ninguna duda de que habrá salido sobradamente rentable a las dos partes: a los comandos y a la empresa, que nunca hubiera podido costear tanta ni tan cualificada publicidad. Comprendo perfectamente la estrategia y me parece hábil. No son los únicos que recurren a ella: hay muchas marcas que presumen de no hacer publicidad y, sin embargo, están todos los días en los medios. Gratis. Con la ventaja enorme de aparecer como información, no como contenido comercial. Y los medios parecen no advertirlo o incluso celebrarlo -piensen en la fiesta mediática que se organiza con el lanzamiento de cualquier nuevo producto de la factoría Apple-, mientras se lamentan del vertiginoso descenso de la inversión publicitaria que ellos mismos están propiciando. Las empresas de comunicación pueden seguir escudándose tanto como quieran en el cambio de modelo tecnológico. Pero el problema es de visión. Ni siquiera parecen capaces de organizar un elemental perímetro defensivo.

Publicado en La Voz de Galicia, 10.noviembre.2012