La Voz de Galicia

A Lee Kuan Yew le llaman en Singapur el padre de la patria, tiene 88 años y fue primer ministro desde 1959 hasta 1990, es decir, mientras quiso. Hay quien le considera uno de los grandes estadistas del siglo pasado, como artífice de la independencia y del despegue económico del país hasta alcanzar una de las rentas per capita más altas del mundo. Sin embargo, hace justo siete días, se dirigió a la nación con un mensaje desesperado y en un tono dolorido, para decirles algo que aquí nos suena.

“Si seguimos así, tendremos que cerrar, porque no quedarán ciudadanos nativos que  conformen la mayoría y no estamos consiguiendo nuevos ciudadanos para establecer nuestro ethos social, nuestro espíritu, nuestras normas”. Singapur padece la tasa de natalidad más baja del mundo: 0,78 y el porcentaje de población inmigrante es muy alto. Kuan Yew continúa: “Tenemos que convencer a la gente de que casarse es importante, tener hijos es importante”.

Curiosamente, la culpa de esa situación, difícil de revertir como ocurre aquí, la tiene él, que en los años sesenta y setenta implantó medidas férreas de control de natalidad, promovió la esterilización y el no pasar de dos hijos, bajo riesgo de sanciones económicas. Hace tiempo que revisaron esas políticas para volverse a las contrarias: incentivos destinados a las familias y los nuevos hijos. Pero parece que llegan tarde: la sociedad se ha acostumbrado a otras cosas, y aunque sea uno de los países más ricos del mundo, el dinero no funciona como el medio más idóneo para cambiar una mentalidad consumista, que siempre termina por consumirse a sí misma. Hasta la extinción.

Publicado en La Voz de Galicia, 18.agosto.2012