La Voz de Galicia

Todos los días te transforman, siquiera un poco. Vengo de pasar casi cinco en un curso de la UIMP con cuarenta de los mejores expedientes gallegos que llegan este año a la Universidad y no sé cuánto me han transformado. Pero el balance obvio e inmediato es que salgo más optimista. En contra de lo que suele imaginarse, no son chavales mucho más inteligentes que la media, sino más trabajadores, más constantes y, a menudo, más escuchadores y más sonrientes, llenos como todos de dudas y de miedos, pero fuertes y decididos. Estar con ellos me obligó a repensar muchas cosas. En la cena del segundo día, de pronto, una de las chicas, saliéndose de la conversación de la mesa y como si no aguantara más, dijo: “¡Qué bien me lo estoy pasando!”. Y luego explicó que no imaginaba que podría disfrutar tanto con un plan así, en el que gastábamos casi todo el día escuchando ponencias y discutiendo. “Hablando de estudios”, dijo literalmente. Y eso que la mayor parte de los asuntos tratados nada tenían que ver con su orientación profesional. Después escuché comentarios similares a otros. Según uno de los ponentes, la diferencia entre Holanda y España estriba en que ellos contratan ingenieros y exportan futbolistas y nosotros contratamos futbolistas y exportamos ingenieros. La ministra de Fomento reconoció unas horas después que Brasil le había pedido trescientos. Cuando esto ocurre, no podemos echar la culpa a los más jóvenes ni, propiamente, al sistema educativo. Si somos capaces de generar talento y no conseguimos retenerlo, nos comportamos insensatamente, como locos que se desangran entre carcajadas, mientras gastan en juego su futuro.

Publicado en La Voz de Galicia, 4.agosto.2012

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