La Voz de Galicia

Rouballeira no es un lugar. O sí. Volvía de misa el otro día con mi madre cuando me dijo: «Cartos non haberá, pero aquí rouba todo o mundo». Ella empezó una lista que estuve tentado de ampliar mucho, pero no lo hice porque me quedé enredado en la cercanía de su frase con otra muy antigua escrita por san Agustín en su libro La ciudad de Dios: «Cuando se suprime la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones?»

El primer problema radica en que entendemos por justicia cualquier cosa. Se ha convertido en un concepto dúctil, manipulable, que responde sobre todo a las conveniencias del poder en lugar de anclarse en la realidad. Si consiste en la mera aplicación de unas leyes irracionales, se acabó todo: terminamos en el absurdo jurídico que comentaba la semana pasada en torno al abortólogo condenado porque el niño nació.

El otro problema, me parece, es que ya no se trata de reinos, sino del mundo. Y el mundo sigue sin gobierno, al menos, formalmente. De modo que a los problemas globales se les aplican soluciones locales. Y cuando no, como ocurre en estos momentos con la crisis española, están dirigidas desde estamentos borrosos, indefinidos o escasamente representativos. Alemania, Estados Unidos y la descolorida Unión Europea: todos mandan sobre nosotros, pero resulta difícil adivinar a qué intereses precisos responden. Supongo que Merkel y Obama velan, sobre todo, por los intereses de sus electores, entre los que no nos encontramos. ¿Y la UE? Tenemos un problema grave de gobernanza, que unido al consistente desprecio por la justicia, nos deja en… A Rouballeira.

La Voz de Galicia, 2.junio.2012