La Voz de Galicia

A propósito de un gol fantasma, Adebayor reclamó que se instalaran de una vez en los campos dispositivos tecnológicos que permitan dilucidar estos lances con certeza. Un columnista británico le contestó que la tecnología mata el fútbol, pura pasión irracional que alimenta las tertulias de los bares y oficinas, precisamente, con esas controversias. Si mueren las discusiones de café, muere el fútbol, que vive de ellas. Estoy de acuerdo. El periodismo deportivo siempre ha entendido muy bien esto. Uno crece con unos colores entrañables como crece con unos hermanos, y los defenderá siempre con las entrañas. Y así debe ser.
Trasladar esta visión a otros ámbitos resulta demencial. Si la defensa de unos colores deviene en parapeto de una gestión fullera y aprovechada, si se convierte en una especie de ideología peronista que se aplica a todo, también a la expropiación de los impuestos ajenos, se entiende que un club dedique la tercera parte de su revista a mentir sobre los datos de difusión de este periódico, sirviéndose de informaciones falsas –censuradas en su día por el organismo competente– tomadas del, dicen, “diario peronista” de Abel Caballero, alcalde de Vigo. El viejo recurso de buscarse enemigos externos para aunar a la afición, no en torno al equipo, sino en torno al presidente.
“El fútbol es así”, azaroso y venturero: no siempre gana quien mejor juega ni quien más arriesga. Está bien, insisto, pero fuera del juego, de esa esfera de pasión necesaria o al menos conveniente, convendría que las cosas discurrieran de un modo más justo para los aficionados, que son los que pagan y no merecen tan clamorosa falta de consideración.