La Voz de Galicia

Publicado en el último Nuestro Tiempo, arranca así:

Es médico y dice que no tiene fe, pero que la tuvo y que le gustaría volver a tenerla. A veces lo tomo a broma y le discuto que la haya perdido o, según las ganas de meterme con él, que quiera recuperarla. Después de comprobar en muchas conversaciones que ambas bromas le molestan mucho y casi por igual, las he abandonado definitivamente. Pero insiste en explicarme de nuevo cuál fue el origen del cambio, por qué ahora desea tener fe: la muerte de algunos enfermos particularmente creyentes. Dice que “saben morir serenamente”, con alegría incluso, que le emocionan, que entienden mejor la muerte, quizá, porque entienden mejor la vida. Habla en particular de una mujer, muy conocida. Pero siempre que ocurre de nuevo con otros, me lo vuelve a contar. Se encocora hasta la rabia, sin embargo, cuando advierte  que los familiares o los profesionales ocultan al enfermo la inminencia del fin. Pone voz enojada y de desprecio para decir, casi gritando, él que es hombre calmado: “¡Una conspiración de silencio!” Y la describe: “Una cosa tremenda, un silencio cenagoso, en el que todos saben y nadie quiere saber: los familiares, los médicos, el propio paciente. Deberías escribir sobre eso”.

(continúa aquí)