Hace ya un tiempo que los fabricantes de coches incorporan sistemas para controlar el ángulo muerto de los retrovisores: ese espacio que queda fuera del campo visual y del que emergen repentinamente otros coches, motoristas o incluso piedras inesperadas cuando uno está dando marcha a atrás o cambiando de carril. El ángulo muerto produce una cierta angustia. Sin embargo, basta con un leve giro de cabeza para anularlo. Lo difícil es acordarse de que existe o querer girar la cabeza.
He leído estos días Historia de un alemán, las memorias de Sebastian Haffner correspondientes a los años entre la Primera Guerra Mundial (1914) y el triunfo de los nazis (1933). Haffner cuenta su juventud y la evolución psicológica de la sociedad alemana. Los paralelismos con nuestros últimos años son inquietantes, asustadores. En la página 169 decide responder a la llamada de un amigo judío y acudir a su casa: “No me desagradó la idea de haber sido convocado a algún sitio y así no tener que pasar el día en el ángulo muerto de los acontecimientos”. Los nazis habían iniciado el boicot contra los judíos: él era ario y le repugnaba, pero no sabía cómo reaccionar. Describía así el peculiar estado de anestesia: “Están cometiéndose asesinatos como si fueran las travesuras de unos chicos malos, la humillación personal y el suicidio ético se aceptan como pequeños incidentes molestos”. Lo que Hannah Arendt llamaría después “la banalidad del mal”.
Viviendo en el ángulo muerto, ocupados en llegar a fin de mes y arreglar nuestras cosas, llegará un momento en que la conciencia reclame y ya no tengamos a quién echar la culpa.
Creo que vivir en ángulo muerto tiene entre otras funciones anular nuestra conciencia. Ese es el punto de partida y lo que consigue que nos mantengamos inpávidos ante el dolor ajeno. Inpávidos ante las atrocidades e injusticias con las que convivimos. Eso si, mientras no lleguen a afectarnos de alguna manera.
Un fuerte abrazo, Paco. Gracias por la referencia literaria.
Azucena.
Paco eu hai uns meses lin un libro de Viktor Frankl, «El hombre en busca de sentido» fala da vida nos campos de concentración nazis e como cando unha persoa loita por sobrevivir se transforma en egoísta e so pensa en si mesmo.
Ao mellor a amplitude do ángulo morto vai polo mesmo camiño e en momentos de dificultade so miramos para nos mesmos e ese ángulo xa é unha circunferencia completa.
Ese libro é unha pequeña maravilla. Mocito o teño recomendado.
Hola a los dos. Hola a tí especialmente, Xoán. Yo también leí hace unos años el libro del que hablas. Qué podría comentar de mis lecturas y estuidos sobre la alemania nazi, la construcción del nacionalsocialismo y de la raza aria. Todo dentro de una sociedad ilustrada y, por tanto, puede que no tan fácilmente manejable.
Cómo explicarlo. Quizá debamos recurrir a las reflexiones de Hannaht Arendt. Intentaré hacerlo.
Por cierto, Xoan, no olvides que, aunque Paco se sirve para argumentar de un hecho extremo, yo lo enmarcaría ante situaciones cotidianas, tan cerca de nosotros,tan faciles de ver y ocultar a un tiempo.
Un fuerte abrazo, Xoan. Ahora mismo voy a tomarme la taza de café que debería estar tomando contigo.
Ola Azucena, espero que o café este moi bo. Paco xa ves como son as cousas intercambiando pareceres sen coñecernos e ti es o enlace da conversa, curioso, non si.
Por sorte os feitos do día a día non son como hai 80 anos mais
non por iso o que vivimos hoxe harmonía e felicidade. Si cadra a diferenza co pasado é que feitos non teñen un soporte ideolóxico definido.
Eu hai uns anos fun a unhas charlas de antropoloxía e a conferenciante dicía que o século XXI seria o tempo da espiritualidade, eu que son agnóstico díxenlle que o dubidaba que nun mundo onde existía o coñecemento e a razón a espiritualidade tiña pouco espazo, pero hoxe dáme pena que non haxa espiritualidade porque a razón tampouco rexe o sistema.
Unha aperta solidaria para os dous.
Xoán
Xoán, pienso que a veces la mejor opción que muchos encuentran o encontramos es no pensar, no mirar hacia el futuro. Esto segundo me lo recomendó un famoso psicoanalísta; solo piensa a corto plazo, una semana o dos, quizá. A mí me funciona en estos momentos de falta prolongada de empleo, de afectividad insuficiente. No pensar. Racionalizarlo todo para evitar sufrimientos innecesarios.
Cuídate tú y a tu familia.
Unha forte aperta.
Azucena.