De unos años para aquí, noto la intensificación de un fenómeno desesperante: que me respondan antes de que haya terminado de explicar o pedir algo. Quizá yo hago lo mismo. El caso es que con frecuencia creciente, me interrumpen para contestar a lo que piensan que voy a decir antes de que lo haya dicho. Y para mayor irritación, la respuesta rara vez tiene que ver con lo que, de hecho, no había terminado de decir. Así que, en cuanto me cortan, callo y espero. Escucho, compruebo que están respondiendo a una objeción o a una pregunta no formuladas y vuelvo al asunto desde el principio, como si arrancáramos la conversación, algo que a veces produce perplejidad y otras, nada. Quiero decir, que vuelven a interrumpirme antes de que termine.
Esta semana un periodista conocido arremetió contra otro también muy conocido del diario madrileño rival: tomó uno de sus textos y se encarnizó con él. El zaherido se quejó amargamente de que no había recogido todas sus palabras y de que omitiera que, en realidad, las que citaba eran a su vez una cita… Una cita de un editorial publicado por el diario del otro periodista. O sea, que ni lo había leído con atención ni había reconocido las ideas que habitualmente defiende.
No es la primera vez que ocurre algo tan chusco en esa dirección o en la contraria. La gravedad radica no tanto en las trincheras –que, por supuesto– como en la falta de atención a los argumentos del interlocutor. Reaccionamos por clichés, en automático, y perdemos la oportunidad de enriquecernos. En periodismo, además, perdemos la credibilidad profesional.
Quizá tenga algo que ver con las etiquetas con las que nos es más cónodo comportarnos en la vida diaria. Ahí va un ejemplo: al comienzo de mis años universitarios estando sentada en el vagón de un tren, mi compañero de enfrente me calificó de inmediato tras ver el cabecero del periódico que llevaba entre las manos. Me limité a no contestar. Para qué. Nada de lo que dijese le convecería de lo contrario.
Un abrazo, Paco.
Nun mundo no que para relacionarse con calquera entidade ben sexa unha empresa ou administración che poñen como interlocutor unha maquina, xa me dirás o que se pode esperar.
No ámbito da prensa escrita os xornais non se comprar polo contido critico e informativo senón pola marca e opción política que apoian. Porque cando mercamos un xornal xa sabemos o que ten que dicir, a máis das veces nin sequera argumentan a súa postura, nin amosan toda a información.
Por iso tamén a xente reacciona en automático e coa simpleza que nos proporcionan as etiquetas.
Xoán o Xan, como prefieras. Me alegra coinidir contigo. No estaría mal que este coloquio de los asiduos del blog de Paco se convirtiese en una charla alrededor de un café. Con toda mis buenas intenciones.
Por cierto, creo que con tus comentarios sobre Manuel Fraga te excediste.
Un abrazo,compañero de blog.
Azucena García
Ola Azucena, polo nome dáme igual na casa chámanme Juan.
O de tomar un café para intercambiar ideas parece moi ben, avísame cando queiras, que si podo vou, e que teño que non podo deixar soa a miña nai.
En canto a Fraga que queres que che diga para min é así.
Unha aperta.
Xoán Daniel Castro
Déjalo estar, Xoán.Lo primero es lo primero. Sigue siendo un buen sistema intercambiar comentarios en este blog a partir de los comentarios de Paco.
Unha aperta.
Azucena García.
Paréceme ben.
Unha aperta.
Xoán