La Voz de Galicia

Estoy disfrutando con  “La felicidad de los pececillos”, un libro de breves ensayos periodísticos escrito por Simon Leys, seudónimo de Pierre Ryckmans, sabio, sensato y amenísimo profesor de Lengua y Literatura chinas, escritor y erudito, que dice las verdades como si no quisiera decirlas, como si solo estuviera contando una anécdota tras otra. En la página 56 arranca el texto titulado “A propósito de Sartre” con la siguiente frase: “Hace doscientas cincuenta años, Samuel Johnson dijo con acierto: ‘A medida que el uso del tabaco disminuye, aumenta la insania’”.
Me recordó la conversación que mantuve con un afamado médico gallego no hace mucho. Encendió un cigarrillo y le mostré mi asombro (farisaico). El dijo: “Gasto en tabaco lo que otros gastan en pastillas”. Me reí y le conté que me parecía advertir que, entre los mayores, aquellos que fumaban conservaban mejor la cabeza. Respondió que eso casi se había demostrado científicamente, pero advirtió: “De todos modos, tu muestra es sesgada”. Pensé que se refería a que buena parte de  los fumadores ni siquiera alcanzan ciertas edades, pero no: “Es que alguien que llega a mis años fumando tiene una cabeza especial, entrenada por haber resistido tanta presión de la gente”.
Ni Leys ni Johnson se referían a esa insania sino a otra: “Las nuevas generaciones quieren disfrutar de todas las ventajas que les ha proporcionado el mundo de sus padres, pero sin pagar el precio de cultivar los valores en los que se fundamentaba ese mundo. Esta situación no puede durar”, decía no sé si Leys o un corresponsal de Virginia Woolf al que cita.  Y no ha durado.