La Voz de Galicia

De Jobs  me entusiasman dos cosas: la primera, la revalorización de la retórica que su mera presencia impuso. Sus  presentaciones, trabajadas hasta la extenuación y mil veces ensayadas en los más pequeños detalles, parecen sencillas y eficaces, transparentes. Y lo son. Tanto, que han producido una extensa bibliografía que intenta explicar su éxito.

La segunda, su concepto de invención pura: los productos de Apple tienen que sorprender, no debe haber nada parecido en el mercado y han de responder a necesidades reales de la gente, acaso ni siquiera percibidas. Por eso detesta las encuestas cualitativas y los “focus groups”. Piensa  que él debe saber qué necesita  la gente en realidad, qué le pasa, qué quiere, aunque la gente misma no lo sepa. Y dárselo. Lo contrario, por cierto, ha matado el periodismo.

Tiene fama de duro,  de hombre que no se queja,  con convicciones firmes que convierte en marca: ““Hay una tienda porno para Android, donde tú y tus hijos podéis descargar todo el porno que queráis. Eso es algo que nosotros no queremos y nunca toleraremos”, contestó a alguien que le solicitó una explicación en público. Pero se ha identificado tanto con la marca que esta depende de él. Desde que presentó su dimisión, los medios se pueblan de textos que parecen obituarios, como si hubiera decidido morir. Todos coinciden en asegurar que, si bien la ausencia de Jobs hace que se resienta la cotización de Apple, en realidad ha sido Cook, su sucesor, quien ha llevado la compañía en los últimos meses repletos de éxitos.
Dicen, por tanto, lo que Jobs querría que dijeran.

Relacionado: grandes enlaces en Paper Papers