La Voz de Galicia

Hoy recomiendo

Aunque es de hace unos días, no lo había visto hasta hoy:

Ramón Salaverría: Sobre crisis y periodismo

Empieza así:

En 2009, año en que la crisis económica sacudió con especial dureza a los países occidentales, no todos se quedaron con los bolsillos vacíos. Algunas empresas se hicieron de oro. Y lo consiguieron, entre otras razones, gracias a la inestimable colaboración de los medios.

Me refiero, por supuesto, a las empresas farmacéuticas comercializadoras de vacunas contra la gripe A. Ya saben, aquella que fue calificada como “primera pandemia del siglo XXI”, la nueva peste que prometía llevarse por delante a todo parroquiano no vacunado. A través de sus múltiples tentáculos, las farmacéuticas alimentaron una alarma sanitaria que los medios –también la OMS y los gobernantes, sí– se tragaron sin pestañear. Cuando las farmacéuticas colmaron las alforjas, tras haber vendido a doblón sus bálsamos de Fierabrás, la gripe se esfumó igual

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Hoy recomiendo…

El durísimo artículo de José Iturmendi sobre la Universidad. Empieza así:

EN la llamada Edad de Plata de nuestra cultura, España era un país atrasado, pero Salvador de Madariaga podía pasearse por Europa ufanándose de que de entre todas las instituciones patrias sólo la universidad no desmerecía de las europeas. La que desde 1850 se denominaba «Central» estaba a la altura de las mejores del mundo. En la nueva facultad de Filosofía y Letras de Morente, privilegiado lugar de encuentro intelectual, profesaban —entre otros— un liberal como Ortega, un católico como Zubiri, un existencialista como Gaos o un socialista como Besteiro. Todos pudieron pensar, expresarse y enseñar a gusto, en una Universidad de la que todos se sentían orgullosos. Esa saludable convivencia de distintas adscripciones es lo normal en las mejores universidades. Resulta inconcebible que en ellas se promocione a sus profesores o a su PAS por razones ideológicas. Algo

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Dragones

Me parece que se lo leí a Romano Guardini. Decía que quien no perdona se siente inferior, en el fondo, porque reconoce que hay algo en el otro que puede dañarle y, además, permanentemente. Sin embargo, añadía, el que perdona se parece mucho a Dios que, propiamente, es el único capaz de perdonar, de borrar la ofensa, de hacerla desaparecer. O algo así. El rencoroso, al revés: rumía los agravios hasta el final de sus días, lleva listas interminables de afrentas y venganzas pendientes, retira la palabra y el saludo, maldice y habla mal –que parecen lo mismo- y con sus maldiciones, habladurías, desplantes, venganzas y listas engendra monstruos en el alma que alimenta de amargura y resentimiento crecientes.
Quien perdona,  no. Quien perdona se libera, como dice alguien en “Encontrarás dragones”, y se dulcifica: se vuelve cada vez más comprensivo. Me pareció muy a propósito para nuestros … Seguir leyendo