La Voz de Galicia

Columna en Nuestro Tiempo que me olvidé de colgar aquí. Quizá no me dio tiempo. Empieza así:

Escribo a primeros de febrero, en un sábado que amaneció frío y con una niebla pegajosa que se agarraba al mar, al asfalto y a las casas. Cuando el día viene así, para animarnos, decimos: “¡Esto levanta!” Sin comprobarlo en el periódico, fui a buscar a mi hermano y marchamos hacia la finca de un amigo.

La niebla se iba deshilachando por los bordes de la carretera y se replegaba poco a poco y en desorden hacia las cimas de los montes. Cuando llegamos, había un sol tibio y tímido, apocado. Pero pudimos percibir que la finca ya no olía a invierno: “Aunque la luna viene retrasada”, dijo nuestro amigo, “ya se siente la primavera: está todo explotando, escachando, como dicen aquí”. Una hilera de mimosas amarilleaba detrás de la casa, que hoy parecía más blanca, y en el patio, enfrente de las cuadras y un poco más allá de la fuente de piedra, que es también abrevadero, los magnolios ofrecían sus primeras flores blancas, recién abiertas. María, su mujer, cortó tres de pétalos todavía apretados. Dimos un paseo largo, con calorcillo al sol y frío en las sombras. Los muchos regatos de la finca bajaban con aguas abundantes, pero sin las prisas, los atropellos y murmullos de unos meses atrás.

(resto del artículo)