La Voz de Galicia

Se recrudeció ayer el debate sobre el anteproyecto de ley de familia que prepara la Xunta. Adelanto que lo conozco solo a través de los retazos que salen por aquí y por allá en los medios. Sí conozco casi entero el dictamen negativo que, sobre este anteproyecto, elevó el Consejo Económico y Social, aparte de las declaraciones de algunos portavoces de la izquierda y las de la Conselleira Mato.
Sorprende la batalla terminológica. Ni el Consello Social ni la izquierda quieren que se hable de “familia” (en la ley de familia, imaginen), sino de “núcleo de convivencia”, porque esta expresión les parece “menos excluyente”. También les molesta que se diga “ámbito natural”, porque eso significa que habría ámbitos no naturales o menos naturales, “ánomalos o irregulares”.
Según el Consello, el anteproyecto pretende “conseguir desde los poderes públicos que las mujeres no ejerzan su derecho a decidir libre e informadamente sobre su maternidad». Es decir, les parece que protege a las embarazadas. ¿No estábamos convencidos de que había que rebajar la brutal cifra de abortos? Por lo visto, la ley también responde a una política natalista y, a la vez, protege demasiado a la mujer, de modo que la devuelve a su “rol tradicional”, siempre según el Consello, para evitar gastos en dependencia, guarderías y demás. Lo de las guarderías debió de ser un reflejo condicionado (el feminismo radical adora las guarderías), porque con más nacimientos crecerían.
El dictamen del Consello responde a la más dura observancia de la ideología de género, algo nada extraño en la izquierda, pero muy raro en un órgano que debería ser representativo.