La Voz de Galicia

Había al principio algunas dudas sobre qué le había dicho Cristiano Ronaldo a Pandiani en el altercado que se montó al terminar el primer tiempo del Osasuna-Madrid. Por lo que veo, y según parece deducirse también de los vídeos, el modo que encontró Cristiano para disminuir al uruguayo fue preguntarle “¿tú, cuánto cobras?”, al tiempo que con los dedos hacía el gesto de frotar la pasta. Verosímil. Ya le había pasado con Pedrito en el Camp Nou: le dijo, “¿tú quién eres?”. No sé si Pedrito le contestó que un campeón del mundo o nada. La respuesta de Pandiani fue más prolija y terminó en diferido con la acusación de que “a Cristiano le falta un tornillo”. En fin, lo de la sartén y el cazo.
La actitud de Ronaldo ejemplifica con claridad qué valores entendemos y compartimos. También significa algo tremendo: estamos empezando a perder hasta la hipocresía, que como decían es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Ronaldo no es hipócrita. Piensa lo mismo que casi todos nosotros: que vales lo que ganas, o sea, que vales lo que puedes comprar. Ronaldo viene a decir que tu capacidad adquisitiva define tu dignidad. Por lo tanto, si ganas menos que yo no deberías ni hablarme. Este modo de pensar es viejo, pero se disimulaba porque contravenía groseramente un valor dominante. Por eso me asusta tanto que Ronaldo ni siquiera necesite ser hipócrita.
La misma actitud advierto en muchos niños. Los hemos formado así. No perciben ya la confrontación con ningún valor: ni agradecen ni piden, exigen. Y no son hipócritas cuando le dicen al otro, quizá por la marca de zapatillas, “¿y tu padre cuánto gana?”