La Voz de Galicia

Sé, más o menos, lo que hicimos en el Sahara, cómo les abandonamos de repente en el 76, permitiendo que Marruecos les invadiera, sin organizar antes el tan mencionado referendo. Lo sé porque lo leí y porque me lo contaron algunos militares mientras cumplía con el ejército en Arrecife de Lanzarote. Había allí muchos suboficiales y algunos oficiales que amaban el Sahara. Me acuerdo, sobre todo, de algún subteniente, de algún brigada, de un sargento primero que se habían dejado los años allí y ya estaban algo gordos. Gente herida de África, que se quedó en Lanzarote porque era la tierra española más próxima. Pienso en ellos ahora. En el dolor que les causarán, si viven, las noticias de estos días. Y por contraste, en las declaraciones de la ministra de Exteriores: «Son incidentes graves». Que es lo mismo que me escribía, riéndose, una antigua alumna a propósito del temporal: «Como siempre dice mi padre: cando chove e fai vento, mal tempo». Una lógica aplastante, pero que en el caso del Aaiún no tiene gracia, ninguna: quizá ese hombre atropellado varias veces por los vehículos militares marroquíes era amigo de aquel brigada o del subteniente o de sus familias. Quizá no. En cualquier caso, a aquellos suboficiales gordos que me contaban historias del Sahara,  les habrá dolido que, después de todo eso, nuestro Presidente se ampare en el «interés nacional» —esa cosa tan obscena, que tanto habíamos criticado a los yanquis— y en que Marruecos es un socio prioritario… de Estados Unidos, debería añadir. Un socio que ya quiere Ceuta y Melilla y querrá después las Canarias. Lo importante son las autonómicas y las municipales, recuperar puntos en las encuestas. Lo entiendo. Quizá la autonomía sea el único remedio. No sé. Sí sé que me han parecido espantosas todas esas declaraciones, por repulsivas, por indignas: caricias al monstruo que nos envilecen y, además, lo envalentonan.

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En cuanto a España, no hace mucho, la ONU volvió a recordarle algo que sigue sin querer asumir: que es la administradora de iure del Sáhara Occidental. Puesto que en su momento no le concedió la independencia y la ocupación marroquí es ilegal, en Derecho Internacional España sigue siendo responsable de este territorio que un día consideró su provincia número 53 (la mitad del país, entonces). Para ignorar esta realidad, Moratinos inventó un concepto político nuevo, el de la «neutralidad activa». Nunca fue activa, y ahora parece que ya no va a ser ni neutralidad.