La Voz de Galicia

Quería celebrar en esta columna que el ministro Gabilondo proponga aprobar o reformar por mayoría reforzada las leyes de educación. Me parecía obligado, puesto que defendí eso mismo en este espacio hace ya un par de años, y porque, de hecho, constituye un punto de partida imprescindible para alcanzar un pacto educativo real y eficaz. Pero ayer decidí escribir sobre lo de Roberto Blanco Valdés, que es amigo mío. A punto estuvieron de disuadirme hoy los artículos acertadísimos del propio Roberto, de César Casal y de Fernando Ónega, además del vibrante «De sol a sol» que este periódico publicó ayer en primera. Pero tengo mis propias razones: ya lo he visto cerca muchas veces —el caso más duro fue el de mi compañero de curso y amigo, Gregorio Ordóñez— y mi estómago no lo soporta. Físicamente, quiero decir. Toda violencia me estalla en el estómago. No sé por qué acude ahí el dolor. Pero sí sé por qué me duele tanto.
Cuando alguien desea dañar o destruir a quien defiende ideas contrarias a las suyas, en el fondo, le está dando la razón. Está diciendo: «No soy capaz de construir o de encontrar argumentos mejores que los tuyos, así que sólo me quedan dos opciones: aceptarlo o quitarte de en medio». Los valientes que atacan un día sí y otro también a Roberto, sin duda, se han inclinado por la salida obtusa, después de tergiversar muchas veces el sentido de sus palabras y aun su literalidad, creyéndose acaso progresistas. Qué necios.
Es un aviso. A lo mejor estos odiadores han bebido en el tono de algún discurso, en la retórica de alguna respuesta parlamentaria o de un artículo, en la falta de matiz que caracteriza nuestro siempre polarizado debate público, en la manía de señalar enemigos donde solo hay conciudadanos con opiniones diferentes. De estos avisos hay que aprender, por lo menos, a bajar el volumen. De nada sirven las condenas si todo sigue igual.

Nota: a los artículos citados, se une hoy también José Luis Barreiro Rivas con un texto brillante,  «Lo han hecho imprescindible», que recomiendo vivamente.

Actualización (1.02.10):

El artículo de Santiago Rey,  «Siempre libre»,

el de Luis Ventoso,  «Roberto»,

la entrada de Nacho de la Fuente,

el de Suso de Toro en El País (sobre este, ustedes verán cuál es la tesis): «Malestar y división»,

José Luis Alvite en Faro de Vigo: «Cabezas molotov»