La Voz de Galicia

Ayer, 20 de noviembre, celebraba la ONU el «Día universal del niño». Está bien que esta generación celebre a los niños, puesto que nunca en la historia se les ha respetado menos y se les ha maltratado más. Quizá hubo siempre niños soldado, pero nunca los varios cientos de miles que existen ahora ante el pasmo de los bienpensantes, sin contar los niños sicarios, ni los utilizados por las mafias de la droga, del tráfico de armas, de órganos, de inmigrantes, de… Quizá ha habido siempre prostitución infantil, pero las cifras actuales, solo de Tailandia, superan los siglos de asco. Nunca ha habido tantos niños esclavos: los datos anuales de niños secuestrados en China o de supuestas huérfanas confiscadas valen también por las cifras de siglos. Nunca han muerto tantos niños: de hambre, de enfermedad y de todo género de muertes violentas, sin contar los millones de abortos. Pero detengo la enumeración en un fenómeno completamente nuevo: la pornografía infantil. Cuando, con Nacho de la Fuente, lanzamos en el 2008 la primera campaña contra esta ignominia en internet, realmente, no conocíamos la envergadura de la tragedia. Tampoco ahora sabemos cuántos millones de archivos circulan por la red para uso y disfrute de un número creciente de depravados que devoran la infancia de cientos de miles, quizá millones, de niños. Pero sí sabemos que, como los males enumerados antes, no podría darse sin la connivencia activa o pasiva de un buen número de personas, administraciones y empresas. Al menos, no en ese volumen. ¿No pueden hacer algo más las empresas que gestionan la red? ¿No pueden hacer algo más los gobiernos? ¿No podemos hacer algo más todos?
Si no, seremos recordados como la generación depredadora, la que lo consumía todo, incluso a sus hijos: la generación más sucia y perversa de la historia, la misma que acuñó el infame concepto de «hijo no deseado».

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