La Voz de Galicia

Tercera de Abc del Teniente coronel Pedro Baños. Después de facilitar un buen número de datos que explican bien lo que está ocurriendo, concluye:

Cada vez hay más soldados con deterioro físico y psicológico, muchas veces ignorados, siempre pronto olvidados. Se les debe el justo reconocimiento, pero se les regatean condecoraciones, se les obvian los honores. No es sólo cuestión de compensaciones económicas; faltan las morales. Convertidos en una carga para sí mismos, pero también para su familia, para sus más allegados. En no pocas ocasiones la convivencia se torna complicada y tortuosa. Pero difícil es que los esforzados familiares reciban reconocimiento alguno por el sacrificado servicio a su Patria que realizan cuidando de los heridos que tanto a ésta entregaron. El Ejército británico ha instituido una medalla, la Cruz Elizabeth, para las situaciones en que fallece un soldado en operaciones o como resultado de un acto de terrorismo. No es una medalla a título póstumo para los caídos, sino un reconocimiento a sus allegados por la trágica pérdida, así como por el sacrificio y la carga que supone su ausencia para la familia. Sin embargo, nadie parece considerar que al menos el mismo reconocimiento deberían tener los familiares que cuidan y ofrecen todo su apoyo a los soldados quebrados.

Quizá sea la ocasión propicia para recuperar los Cuerpos de Inválidos y Mutilados, que en España tienen sus orígenes en el siglo XVI, en disposiciones de Carlos I. Cuerpos específicos a través de los cuales los militares estropeados puedan seguir integrados en la milicia, vestir el uniforme por el que tanto han dado y perdido. Acceder a instalaciones militares junto con los compañeros a cuyo lado padecieron y combatieron. Continuar siendo miembros de la misma hermandad, a la que un día les dijeron que, una vez que se entra, nunca se abandona ni te abandona.
La ofrenda a los caídos ha sido y siempre será un deber de toda la sociedad ante los que hicieron el sacrificio máximo para proteger el modo de vida y garantizar el futuro de su pueblo. Pero no se puede olvidar a los modernos soldados estropeados ni a sus familias, a quienes reconocer a diario es una exigencia; homenajear periódicamente en actos específicos, una necesidad urgente.