La Voz de Galicia

Algunos comentaristas han considerado un agravio a la Iglesia Anglicana el anuncio de la creación de una estructura eclesiástica para acoger a quienes pretenden pasarse a la Católica. Casi todos ellos omiten la rueda de prensa conjunta del arzobispo católico de Westminster y del primado de la Comunión Anglicana, que recibió con agradecimiento la medida. Hans Kung es el caso más notorio: publicó hace unos días un artículo en La Repubblica que ayer repitió El País. Se trata de un texto lleno de rencor y falsedades. Dice, por ejemplo: «Una vez conseguida la reincorporación a la Iglesia católica de la Fraternidad de San Pío X, hostil a la reforma, Benedicto quiere ahora rellenar las despobladas filas católicas con los simpatizantes anglicanos de la Iglesia romana». Pero ni se ha producido la integración de los lefebvrianos ni la Iglesia Católica ha menguado, sino crecido. También olvida que esta es la respuesta a un torrente de conversiones que ha ido aumentado a medida que la Unión Anglicana adoptaba medidas que la dividían y chocaban con su identidad. Ya no se trataba de la conversión a cuentagotas de intelectuales ingleses que comenzó con el Movimiento de Oxford (1833). En los últimos años, solo en Estados Unidos, se habían pasado al catolicismo ochenta pastores y un obispo. ¿Debía la Iglesia abandonarlos a su suerte? ¿Se hizo sin diálogo con la otra parte? Hans Kung nada dice de eso.
Llama ingenuos a los anglicanos porque este paso, según él, los debilita. Pero todos los indicios disponibles apuntan que, si algo los debilitó, fue el abandono de su identidad. Añade que esta medida provoca «irritación en el clero y el pueblo católico». Ni rastro de tal cosa, salvo entre el rancio y reducido grupo de quienes ven destruida por los hechos la teoría de que la Iglesia debe renunciar a su mensaje genuino para adaptarse y crecer en la cultura dominante.

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