La Voz de Galicia

Excelente análisis de Ignacio Aréchaga:

Los partidarios de la reglamentación consideran que se trata de un mal inevitable que más vale regular, para mejorar la situación de las prostitutas y erradicar el comercio sexual en la calle. Pero la experiencia de países que han optado por esta vía –Holanda, Alemania– indica que la situación de estas mujeres no ha mejorado y el comercio sexual se ha extendido.

Para los abolicionistas, una actividad degradante como esta no se puede regular laboralmente, porque va contra la dignidad de la persona y es una forma de explotación de la mujer. Incluso, las feministas más aguerridas dejan de ser “pro choice” en este caso, y aseguran que no hay prostituta voluntaria y que aquí no vale “mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”. Lo de que el Estado no debe entrar en la alcoba deja de tener vigencia si se trata de la alcoba de un burdel. Y aunque sea un trato entre dos adultos que consienten, habría que echar mano del Código Penal para perseguirlo.

(Artículo completo: La cultura del sexo de pago)