La Voz de Galicia

Al ver la noticia de que Guardiola había utilizado imágenes de «Gladiator» para motivar a sus jugadores en el vestuario justo antes de que saltaran al campo en Roma, pensé que había sido una buena ocurrencia, que esa película de Ridley Scottt resultaba muy a propósito. Me vino a la cabeza, primero, el recuerdo de cómo la vi y dónde. Después, que me conmovió hasta avergonzarme un poco (me pasa con algunas películas: la última vez, con «Gran Torino», y me da rabia). Había un diálogo que anoté en un papel suelto y que perdí. Quise recordarlo inútilmente. Busque en mi libreta. No estaba. Al final, miré en internet y, aunque no figuraba entre los preferidos del gran público, andaba por allí.

Al leer la frase, recompuse la escena. Máximo, el protagonista, era un general victorioso y honesto. El emperador le acababa de pedir un nuevo servicio que, de aceptarlo, impediría lo que más anhelaba: regresar a su casa en Hispania, junto a los suyos. Lo comenta con uno de sus fieles quien, probablemente, le pregunta qué desea realmente hacer. Máximo responde: «A veces hago lo que deseo hacer. El resto del tiempo hago lo que debo». Una manera de decirle que no dudaba entre lo que le gustaría hacer y lo que no, sino entre lo que debería hacer y lo que no.

Me extrañó que tal argumento saliera de un guionista del año 2000. Quizá entonces ya estaba harto de las entrevistas en las que los triunfadores aseguraban, como hoy, sentirse felices porque hacen lo que les gusta hacer. Como si fuera cierto. Como si los noventa minutos de partido no tuvieran detrás entrenamientos, dietas de horario y comidas, viajes continuos y fatigosos, una larga clasificación, críticas y dudas, lesiones, banquillo, cansancio, dolor, jugar infiltrado, olvido. ¿Estaría esa escena de «Gladiator» en el vídeo de Guardiola? Ese vídeo se verá mucho y vendría bien… a los niños.

(vía La Huella Digital)