La Voz de Galicia

La tormenta de la gripe amaina, los nubarrones se desflecan y terminan en lo de siempre: la culpa es de los medios de comunicación, que lo exageran todo, que buscan siempre el lado alarmista de cualquier noticia. Nadie ha salido a defenderlos. Sin embargo, las pocas voces que se han atrevido a insinuar una actuación inadecuada de la Organización Mundial de la Salud (OMS) están recibiendo ya cordiales y contundentes respuestas —en medios y espacios relevantes— que, curiosamente, amparan tanto a la OMS como a la industria farmacéutica. ¿Será que los medios podían silenciar las declaraciones de la Directora de la OMS y de otros funcionarios de su Organización? Claro que no. ¿Fue el periodismo el que hirió gravemente a México, el que acabó con la cabaña porcina de Egipto y empobreció más a los cristianos de ese país, el que facilitó la excusa a Rusia para limitar las importaciones de porcino procedentes de España, el que aconsejó a los gobiernos proveerse de millones de retrovirales y el que anuncia un rebrote para septiembre y recomienda una vacunación masiva, porque justo en ese plazo estarán listos los fármacos?
No fue el periodismo, fue y sigue siendo la OMS, que no responde ante nadie, y que, precisamente por eso, en su ya dilatada historia ha dado síntomas de una permeabilidad más que sospechosa a ciertos grupos de presión. ¿Por qué recomienda prevenir la improbable expansión de la epidemia a los países más pobres, donde la gente muere  a chorros ahora y de otras cosas, de las de siempre? ¿Por qué somos tan eficaces a la hora de colocar en el tercer mundo armas, anticonceptivos y condones caducados, y no somos capaces de dejarles producir fármacos genéricos ni de hacerles llegar alimentos de nuestros brutales excedentes? ¿Queremos que vivan o que mueran? De esto, quizá, sí tenga algo de culpa el periodismo.