La Voz de Galicia

En Galicia, la propensión al diminutivo es genética. En un hospital, hace unos días, escuché a una enfermera pedirle «las recetiñas» a un paciente, y a un enfermero decirle a un tipo más bien corpulento que subiera los «braciños» para hacerle una radiografía. Se dan las «graciñas» como si fueran caramelos.

Pero algunos, influidos por Pedro de Miguel, seguimos mirando mal los diminutivos y apenas los usamos más que en su sentido despectivo.

Por eso, al ver la columna de Elvira Lindo, supe que decía El lacito sin afecto. Su artículo y este otro de Batiscafo me quitaron todas las dudas que tenía sobre si los cofrades debían llevar o no el lazo blanco.