En realidad ni se abrazaron. Apenas fue un ponerse la mano en la espalda como para apoyarse la una en la otra al mirarse los zapatos. Un gesto natural. Discuten ahora quién empezó primero. Algunas fuentes insisten en que la Reina descansó apenas su mano enguantada sobre la cintura de Michelle antes de que la americana echara su brazo firme sobre los hombros reales. Otras defienden la simultaneidad. Parecen todas de acuerdo en que duró diez segundos.
Esos diez segundos han producido casi tantas glosas como la cumbre completa del G-20. Quizá sea lo de menos que se haya quebrado el protocolo. No solo porque el Palacio de Buckingham se apresuró a bendecir el gesto, sino porque es la cuarta vez que ocurre, o la quinta según algunos. Sucede que la foto impresiona, turba o incluso espanta, porque se dan demasiadas coincidencias simbólicas: el viejo imperio encarnado en una octogenaria blanca y pequeñita que se abraza con el nuevo imperio simbolizado por una mujer joven, negra y que le saca casi dos cabezas. Como si una representara el colapso, también demográfico, de la vieja Europa desunida y la otra la pujanza, la vitalidad, la fuerza e incluso la belleza. Sin contar, claro, la latente oposición señores-esclavos, que merecía un gesto así para ser definitivamente ahuyentada.
Se me vino a la memoria una frase: «Nosotros no cuidamos las formas, sino que son las formas quienes cuidan de nosotros». La dice un monje a otro en un celebrado documental sobre los cartujos, titulado E l gran silencio. No sé si la he traducido bien, pero me parece acertada. Las formas son importantes, precisamente, porque cuidan de nosotros, del respeto que nos debemos. Y han de cambiarse o adaptarse cuando incumplen esa misión. Al final, la Reina representa a Gran Bretaña y Michelle, a Estados Unidos. Y bien está que se abracen, aunque sea solo un poco.
Si encuentro un rato, pondré los diversos finales que estuve considerando para esta columna.
P.S.: Tobin Harshaw en el New York Times de hoy: «Forget the G-20 and NATO — all the European press and bloggers wanted to talk about was the presence of the first couple».
Belíssima analogia, Paco. Ao reduzirmos o fato a uma quebra de protocolo, perde-se toda a simbologia que captaste muito bem.
Abraço
Qué frase tan cierta, Paco. Las formas cuidan de nosotros, y son tan importantes que descuidarlas puede echar abajo una buena reputación, por buen profesional que uno sea. Las formas también son «información» que añadimos a lo que decimos, pues dejan traslucir lo que llevamos por dentro.
Eu ainda non podo entender qué pintan as esposas dos presidentes (aos esposos das presidentas non lles fan moito caso, por sorte) exercendo unha representación política e institucional para a que ninguén as elixiu.
Bueno, entendiendo que EE.UU e U.K siguen siendo dos grandes potencias, es comprensible que cualquier «chisme» tenga cierta relevancia. La gente se aburre mucho. No tendría la misma trascendencia entre las mujeres de los presidentes de un país de quinta fila. Por cierto, en estos casos, que te elijan o no no tiene relevancia. Eres la mujer de…
Pasa igual en la vida. Muchas veces no eres tú sino el hijo de…Bueno, en cada situación has de adaptarte (por estúpida que pueda parecerte el protocolo). O volverte un antisistema y acabar más solo que el uno.
Non me parece que sexa así tan sinxelo de aceitar nin que non facelo te converta nun antisistema misántropo. De todolos xeitos xa apuntaba algo parecido hai uns días César Rodríguez no seu blog: https://blogs.lavozdegalicia.es/juegodetronos/2009/04/02/derroches-y-gastos-superfluos/#comments
Por alguna razón, la herramienta del blog desvía a spam y borra algunos comentarios que no deberían entrar en esa categoría. Acabo de descubrirlo y pido disculpas. Veré cómo lo arreglo. De momento, es prudente no incluir enlaces en los comentarios o hacerlo sin html, como en el último de Amalia.
En cuanto a lo que se debate, también César Casal hacía referencia al asunto en su columna del sábado. Hay muchas personas que representan a sus países y no son elegidos. Los ministros, por ejemplo, ni han sido elegidos para ese cargo ni, a menudo, para ningún otro.
También me parece que habría que distinguir entre las mujeres de los jefes de estado, que suelen tener ese papel, y las de los primeros ministros. El caso de la primera dama americana se aproxima más al de una reina, por el esquema institucional que se le reserva, que al de la mujer de un primer ministro.