La Voz de Galicia

Leía, disfrutándola mucho, la Vida de Samuel Johnson en la edición magnífica de Miguel Martínez Lage.

Hacia la página 100, a Boswell, el autor, le da por comparar los bocetos de la tragedia Irene, del Dr.  Johnson, con el resultado final.

En el boceto:

«Aunque ni cometas ni prodigios predijeran la ruina de Grecia, signos que el cielo por otro milagro debe hacernos capaces de entender, bien podrían preverse mediante señales no menos ciertas, mediante los vicios que siempre las propician».

Este último pasaje -dice Bosswell- aparece en la propia tragedia de la manera que sigue:

LEONCIO

… Ese poder que amable extiende

las nubes, señal de lluvia inminente,

para avisar al pardillo errante que busque cobijo,

contempla, sin desvelo, como expira Grecia,

sin que un prodigio nos presagiara nuestro sino.

DEMETRIO

Mil prodigios de espanto lo presagiaron:

un gobierno enclenque, leyes vulneradas,

el populacho dividido, de los nobles el lujo

y todas las enfermedades de los estados en declive.

Cuando la pública villanía, demasiado fuerte para el justo,

muestra su cara de osadía, heraldo de la ruina,

¿puede el buen Leoncio pedir maravillas

que interpreten los tramposos y los bobos respeten?

Cuando la tela descuidada cede

bajo el peso de los años, batida por la tormenta,

¿debe el cielo despachar mensajeros de luz

o despertar a los muertos, para avisarnos de su desplome?»