Llenamos la vida de fronteras imaginarias. El 31 de diciembre es otra de ellas: un plazo, una marca que necesitamos para contarnos a nosotros mismos, para medir nuestra existencia. Nos hacen falta esas fronteras virtuales. También para mentirnos la ilusión de una vida nueva que nos haga más parecidos a lo que realmente queremos ser o, por lo menos, que nos aleje de lo que somos.
La frontera permite revivir el ansia de una biografía distinta, pero gemela a la de nuestros sueños, por mucho que hayamos cruzado ya centenares de líneas imaginarias y decenas de diciembres. Pero no basta con saltar la raya para que el milagro llegue a producirse. Quizá por eso tendemos a esnifarla, a apurarla como si fuera la última oportunidad de alcanzar, ¿qué? Ahí está la cosa: muy a menudo no sabemos qué es eso que queremos alcanzar. Los clásicos lo llamarían la posesión plena y estable del bien, o sea, la felicidad. Pero, ¿dónde hallarla?
Estos días se poblarán de recopilatorios, resúmenes y balances que intentarán sintetizar de mil maneras las claves del año en otras tantas facetas: la deportiva (nuestra primera segunda Eurocopa brillará renovada), la política (ahí Obama volverá a comparecer con fuerza), la económica (el año de la gran crisis), la cultural, y tantas otras. Pero ninguno de esos resúmenes, que tanto gustan por otra parte, son nuestro resumen, ese que a menudo no nos atrevemos a proyectarnos en silencio y a solas por miedo a lo que podamos encontrar. Una pena, porque si miramos bien, con valentía, aparecerán más motivos de esperanza que de bochorno.
Al menos yo, cuando lo hago, después de estremecerme de vergüenza con bastantes cosas, me animo al pensar que las he identificado y que puedo no repetirlas: aunque caiga en errores nuevos, a lo mejor de los viejos consigo librarme. Ya veremos. Serenamente, sin inquietarnos demasiado. Conociéndonos.
He leído el artículo y me voy a permitir el lujo de hacer una pequeña crítica. De entrada me parece un poco triste. Encuentro muchas palabras o expresiones negativas como mentirnos la ilusión, muchos noes, miedo, estremecerme de vergüenza, errores nuevos. Es cierto que hay alguna que otra expresión de esperanza, aunque poquitas (además, no entiendo como uno puede estremecerse de vergüenza sin inquietarse).
En definitiva, es como si el cambio de año fuese un momento de ingenuo y fantasioso optimismo vacío.
Algo más de buen humor no nos vendría mal, que tampoco somos unos ogros, ¿no?
A mí en cambio me parece un artículo lleno de esperanza, y sin toda la palabrería vana que suele usarse en estas ocasiones. A mí me ha alegrado.
A mi me ha encantado. Creo, desmiénteme si no, que se resume este artículo en un (bien entendido) «carpe diem».
Feliz año…y resto de la vida (a Paco y a todos)
Oh… Me parece el mejor artículo que he leído en mucho tiempo. Ni triste ni alegre, simplemente, realista. Me encanta Paco.
se puede decir más alto pero no más claro… las fronteras nunca están bien ni en lo físico ni en lo imaginario… todo lo que sea marcar un límite ya nos retrae… y eso lleva a que no avanzar.
el día 31 (para mi disgusto… y lo digo por lo que las fechas navideñas significan para mí) tengo que atravesar una doble «frontera»… cambio de año y es mi cumpleaños… ¿qué te parece?… para más inri.
en fin, que a pesar de todo me lo tomo muy bien… brindaré con champán o con viño do país, me da lo mismo e intentaré ser todo lo feliz que pueda.
biquiños,
Querido Paco Sanchez:
En este 2008 que se nos va, España ha ganado su SEGUNDA Eurocopa. Ganamos la primera el 21 de Junio de 1964 con el famoso gol de Marcelino de cabeza radiado por Matias Prat Sr.
Fue en el Santiago Bernabeu contra la U.R.S.S.
Glup!
Llenamos la vida de fronteras imaginarias…
… Hasta que un buen día nos hacemos mayores, y en el mejor de los casos «maduramos». Es entonces cuando tomamos contacto con la realidad adoptando una actuación consecuente en la que no tienen cabida fronteras que impiden el camino hacia la libertad.
Nunca fui proclive a celebrar estas cosas del fin de año. Cuando todo el mundo trasnocha, yo madrugo como todos los días. Debe ser una especie de rebeldía negándome hacer lo que hace todo el mundo. Me encanta acostarme temprano (el año pasado por ejemplo me despertaron para comer las uvas) y levantarme fresco disfrutando de la ciudad mientras todo el mundo dureme. Os lo aconsejo es una experiencia única que solo ese día se puede apreciar.
Uno de esos años, paseaba muy temprano con mi tío Manolo que había retornado recientemente de Argentina. Muchos jóvenes volvían a sus casas tambaleantes vestidos de frac y chaqué. Mi pobre tío que no sabía de estas modernidades, me comentó:
Los negocios debieron trabajar muchísimo esta noche, fijáte que cantidad de mozos vuelven a sus casas.
No paré de reírme un buen rato y cuando le expliqué que eran clientes y no empleados, me replicó, rascándose la cabeza: No les entiendo a ustedes, esto es el mundo al revés… ¿aquí la gente se viste de camarero para ir al boliche?
Feliz Año, Paco 🙂
¡Me fotocopiaste el pensamiento, jaja! pero lo dices mejor que nadie.
Y aunque encierra una sana autocrítica, trasluce esperanza, aliento y sí, tu visión bienhumorada y positiva de la realidad.
La fórmula para traspasar la tirana frontera del 31 de diciembre sólo (¿sólo?) consiste en esperanza, serenidad y arrojo ¿no? La misma que debería funcionar cada mañana al levantarnos, sin esperar al cambio de año.
¡Muy feliz 2009! 🙂