La Voz de Galicia

Hace unos días escuchaba a un conocido nombre de la radio hablar con desgana de la Navidad: «Ya está ahí, ya falta menos para que los niños toquen las bolas, los de San Ildefonso, quiero decir…» Continuó así un rato, pero me quedé atascado en esa frase, que me dolió. Mucho. Porque me parece representativa de algo que percibo con más fuerza cada año: estamos a punto de robarles las navidades a los niños. Es lo que faltaba.
La historia que se celebra en Navidad es muy sencilla y discurre en torno a un niño. Quizá por eso los niños la entienden tan bien y disfrutan tanto construyendo o visitando belenes, con sus pastores y sus ovejas, sus ríos y sus estrellas, con los Reyes Magos y el otro, el malo, Herodes. Todo les hipnotiza, aunque en sus miradas limpias guardan un afecto especial por el Niño, que es el centro. Ellos son también, o deberían ser, el centro de estas Fiestas. Pero nosotros entendemos cada vez peor aquella noche y a aquel Niño, e incluso dejamos de contar la historia, se la hurtamos con iconografías que ocultan lo esencial y disparan, sin embargo, sus ansias de compra. Ellos entienden la historia, pero se la decimos cada vez menos porque no la entendemos. Como entonces. Aquel Niño, convertido ya en Maestro, tuvo que explicárselo a los suyos: si no volvéis a haceros niños no entenderéis nada. Nada de humildad, nada de entrega, nada de amor, nada de nada. Y como siempre, el Maestro predicaba con su propio ejemplo: él quiso hacerse niño, nacer de mujer, desvalido y necesitado de todos los cuidados a ver si así nos conmovía.
Vuelvo el sábado que viene, así que aprovecho para desear a todos una muy feliz Navidad, una Navidad de niño, llena de ilusión, de esperanza, de luces, de alegrías, de bendiciones, de toda esa grandeza que se esconde detrás de la historia humilde que festejamos en Navidad.

(Lo de que vuelvo el 27 es para el periódico, al blog espero volver)