Leo algo tarde la columna de Carlos Alsina , titulada «Volver al charco», que empieza así: «De regreso de Estados Unidos, el «jet lag» que amuerma al periodista no es el del desfase horario, es el desfase en el discurso político. Vienes de oír a Obama o a McCain, a Hillary o a Bobby Jindal, a Richardson o a Giuliani. Escuchas a los nuestros, y te entra la fatiga. Allí hablan para decir. Aquí cuanto más hablan, menos dicen».
Y eso que Alsina no habría leído esta crónica del Parlamento Gallego, que firma Domingos Sampedro en La Voz de hoy, y que arranca así: «Por tres veces se escuchó ayer en la sesión plenaria de O Hórreo la palabra mierda, otras tantas fue evocado el vocablo papahostias y al menos una vez se pronunció el verbo joder desde la tribuna de oradores. La refriega preelectoral y el lenguaje ordinario salpicaron ayer la sesión del Parlamento, cuya presidenta, Dolores Villarino, se mostró incapaz de mantener el orden en lo que ella misma llegó a comparar irónicamente con un «patio de vecindade».
No he leído el artículo de Alsina, pero es cierto. La diferencia que hay entre los discursos de los políticos de España y los de Estados Unidos es abismal. Los discursos de los políticos españoles son lo más parecido a la nada que nos podemos encontrar. Hasta tal punto que a veces resulta, no fatigoso, sino irritante porque uno se siente tratado como si fuera lelo.
A mi me parece que el problema está en que los políticos españoles no tienen ideas, no saben qué es lo que defienden. Por un lado los socialistas que todavía no tienen muy claro cómo encajar el «socialismo» con la democracia liberal e incluso con el desarrollo imparable de la realidad e incluso con sus propios vicios. Por otro lado está el PP que tampoco tiene muy claro qué es lo que defiende. No se sabe si es un partido liberal, un partido conservador, si defiende un Estado pequeño o un Estado grande. De todas formas, tengo la impresión de que esto nos pasa porque la generación de políticos que hoy en día nos gobierna está entre las dos aguas de una postdictadura caótica y una democracia a la que no le acaban de coger el punto.
Bueno. En definitiva. Si quieres transmitir un mensaje lo primero que tienes que saber es qué mensaje quieres transmitir. Si no lo sabes, todo lo demás es innecesario.
Los yankis tiene algunas ideas muy claras. Quizás no muchas pero todas ellas totalmente definidas. En ellas se apoyan sus discursos, tanto de un partido como de otro. Porque están convencidos y porque eso en lo que creen tiene un acomodo cierto en la realidad. Y por eso sus discursos tienen tanta fuerza. Pero creo que eso mismo pasa también en otros países del mundo.
Supongo que seré un pesado pero recomiendo, una vez más, El ala oeste de la Casa Blanca.
Acabo de leer el artículo de Alsina y he pensado que algo de culpa también tenemos los periodistas de que en nuestro país el discurso político y las formas de comunicarlo sean tan mediocres. Me refiero a la cobertura de ruedas de prensa inncesarias, declaraciones superfluoas y, en general, seguidismo hacia la agenda que marcan los políticos y hacia las formas que tienen de ofrecer información. También he observado cierta complacencia entre los colegas, me incluyo, hacia los políticos. Falta algo de ‘mala leche’ bien entendida entre los plumillas que somos quienes vamos a esas covocatorias tan absurdas como aburridas.
Estaría bien que durante una semana entera no fuese ningún periodista a las ruedas de prensa convocadas por los políticos. Para probar.
¡¡que vocabulario tan completito!!
¿por qué no se hacen un blog ahora que está tan de moda? ¿o ya lo tendrán?
y fíjate que tengo casi 46 tacos y nunca empleé la palabra «papahostias»… ¿estaré un poco anticuada?
bicos,