Copio el resumen elaborado por Aceprensa del artículo original: Sectarian issues? Not quite
Como señala George Weigel, es frecuente que la actuación de los políticos católicos suscite cuestiones que raramente se plantean a propósito de otros. “¿Qué se supone que deben hacer los políticos católicos si una medida política está en contradicción con la doctrina católica? ¿Dónde está la divisoria entre la fe y la política?” Weigel ofrece unas breves observaciones para aclarar el asunto.
Comienza diciendo que no todos los pronunciamientos de la jerarquía católica tienen el mismo grado de autoridad. La defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural es un principio universal de justicia, no una particular doctrina católica, que puede ser conocido y debe ser sostenido por todo político, católico o no.
Otras intervenciones del Papa o de los obispos, aunque implican verdades universales, se refieren a opciones prácticas sobre las que solo se puede decidir mediante un juicio prudencial. Un ejemplo destacado es la invasión de Irak, sobre la que tanto Juan Pablo II como los obispos norteamericanos expresaron serias objeciones. Del mismo género son las cuestiones de política social, inmigración, medio ambiente… En tales casos, los políticos católicos pueden disentir de las propuestas de los obispos, pero deben tenerlas en cuenta, como han de hacer con toda opinión fundada.
Y como el objetivo del político católico es promover soluciones justas, no soluciones “confesionales”, ha de usar argumentos civiles. “En una sociedad plural, la cortesía democrática y el sentido común político indican que todos deberíamos emplear razones que nuestros conciuddanos puedan compartir. En realidad, eso no es difícil, pues la enseñanza de la Iglesia católica sobre cuestiones sociales y políticas siempre se ha expuesto de manera genuinamente pública, usando un vocabulario común y una ‘gramática’ que no es peculiarmente católica”.
Por eso no es contrario al pluralismo aportar argumentaciones morales al debate público. “El verdadero pluralismo exige discutir cortésmente los argumentos ajenos; también exige estar dispuesto a que mis propios argumentos sean juzgados según los cánones de la razón”.
Más sobre este asunto en el libro de George Weigel, Política sin Dios.
Hay una frase de Almiral Mouchez que me ha gustado mucho: «eu, que son unha persoa fortemente crente, exerzo unha profesión que non vén ao caso, e que con frecuencia me obriga a deixar a un lado os meus criterios persoais -non as miñas conviccións, era o que faltaba- en aras do servizo público.». Creo que eso es lo que se le tiene que pedir a un político o a un funcionario. Y esto reza para un católico o no. Ocurre que muchas veces, incluso estando cerca de la tesis que sostienen mis amigos católicos-practicantes (yo soy católico-cultural y de educación, no practicante, si por ello se entiende no ir a misa), hay matices sobre la vida que sí son interpretables y discutibles. No me quiero parar en más discusiones.
Estoy de acuerdo con el artículo. Es más, creo que Dios es una idea, y cada cual tiene la suya. Se puede hacer política con o sin Dios. Es más, desde un punto de vista puramente gnóstico, (sin «a»), todos tenemos algo que nos impulsa a buscar la trascendencia. Y eso es lo que nos hace valorar la vida. Saber que «tras-cendemos»