La Voz de Galicia

Con alguna frecuencia me preguntan, sobre todo fuera de España, por qué llamamos Paco a los franciscos. La gente parece conocer de donde viene el Pepe de los josés y no les extraña que en este país les apliquemos ese apelativo. Pero, ¿Paco? Suelo explicar que ambos son acrónimos: uno de la sigla «P.P.» que solía añadirse al nombre de San José para indicar su condición de «pater putativus» de Jesús. Y el otro de las palabras «Pater Comunis», abreviadas luego como «Pa. Co.» que los discípulos de San Francisco —Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc— utilizaban en sus documentos para referirse al Fundador de todos ellos. No sé de dónde he sacado esto, pero es verosímil y suele impresionar bastante a los interlocutores.  
Se celebra hoy San Francisco de Asís, un día para mí siempre alegre desde pequeño, porque es el santo de mi padre y lo festejamos mucho. Los niños aguardan y guardan con una ilusión inimitable las fiestas. De mayores, a veces, las incluimos en las rutinas y se nos pierden. La fiesta familiar me ayudó a querer a San Francisco, pero también la lectura. Era sobre él la primera biografía que leí embobado, apenas algo más que un tebeo. Pero ya de mayor me volvieron a embobar otras más serias: recomiendo especialmente las de Chesterton («San Francisco de Asís»)y Julien Green («Hermano Francisco»).
Me cayó simpático aquel chavalote rico que lo deja todo, con gran disgusto de su padre, por una vida de pobreza, disgustos, incomprensiones y calumnias (también de los propios católicos), pero llena de dulzura y de obras que se multiplican con el paso de los siglos. Según algunas fuentes, es el santo con más devotos en el mundo. No llevo ninguna medalla suya ni recuerdo haberle pedido nada jamás, pero me cuento entre ellos, como mi agnóstico de la semana pasada. Aunque él sí le pide cosas. Y se las concede.