La Voz de Galicia

Umberto Eco encontró, con El nombre de la rosa, una fórmula de indudable éxito comercial: sobre una trama policiaca normalita levantó un edificio de ladrillos cultos (un buen porcentaje del libro está en latín y lo de «ladrillo» lo pongo adrede). La fórmula, rebajada, le funcionó muy bien, luego, a Pérez Reverte. Un día se lo dije y me contestó: «¿Y qué? ¿Yo no voy de escritor?». La rebajaron aún más Dan Brown y Ruiz Zafón, ambos con éxitos millonarios, sólo que estos dos ya ni siquiera saben escribir. Lo ejemplifica muy bien Arcadi Espada en su durísima crítica (un resumen en Millán).

Digo esto porque me he hartado de ver páginas sobre el lanzamiento del nuevo libro de Zafón. Y este fin de semana me asustaron las pilas de ejemplares (deberían ser piras) que se han levantado en las librerías. «Mira que si me lo regalan», pensé. Y quería avisar: que nadie me regale ese libro, por favor.

Me regalaron en su día La sombra del viento, del que no sabía . En la página diez me entraron unas ganas locas de tirarlo por la ventana, pero continué por lealtad a quien me lo había dado con tanto cariño. Al final, se lo dije: «¿Pero tú has leído este libro?» Respondió con una sonrisa: «No».