La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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«Queridos negros no españoles: cuando tomáis la decisión de venir a España, os convertís en negros. Basta ya de discusiones. Basta ya de decir soy senegalés, guineano, nigeriano o dominicano. A España le es indiferente. ¿Qué más da si no erais «negros» en vuestro país? Ahora estáis en España»

«Si contais a una persona no negra algún suceso racista que os ha ocurrido, aseguraos que no lo hacéis con resquemor. No os quejeis. Sed tolerantes. Si es posible, presentarlo con humor. Sobre todo no os indigneis. En principio las personas negras no deben indignarse por el racismo. De lo contrario no obtendréis solidaridad. Esto sólo es aplicable a los progresistas blancos, dicho sea de paso. No os molestéis siquiera en contar a un conservador blanco un suceso racista que os haya ocurrido. Porque el conservador os dirá que sois VOSOTROS los verdaderos racistas y os quedaréis boquiabiertos.»

Si en los párrafos anteriores en vez de España escriben Estados Unidos, verán como se las gasta en su blog Ifemelu, la protagonista de Americanah, la última obra de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.  Con lo que he disfrutado leyendo esta novela, entenderán por qué estas vacaciones recién terminadas han sido especialmente felices.

Mi amor platónico por Chimamanda surgió al descubrirla reflexionar sobre los peligros de generalizar y pretender solucionar con hachazos problemas complejos o resumir procesos históricos con cuatro prejuicios. Se la presenté como introducción al artículo más exitoso de este blog, 10 falsos discursos sobre Africa. 18 simples pero adictivos minutos sobre los peligros de una única historia. Su ironía, sencillez, elegancia y hasta una cierta coquetería para denunciar prejuicios, no deja indiferente. Les dejo de nuevo con ella, me lo agradecerán.

Americanah, el término burlón con que los nigerianos se refieren a los que vuelven de Estados Unidos para ridiculizar sus nuevas costumbres, cuenta la historia de amor de dos adolescentes nigerianos, Ifemelu y Obinze, obligados a emigrar de su país (ella a Estados Unidos y el a Inglaterra) para tener una oportunidad. Con esta excusa, Chimamanda describe y reflexiona sobre temas como el racismo, la corrupción política, el machismo o los prejuicios de todo tipo con el mismo humor y con el estilo delicado, irónico, duro pero amable que ya le vemos en el vídeo.

No les voy a destripar el argumento, no se preocupen. Les recomiendo que lean la novela y hablamos en los comentarios o en alguna conferencia de Chimamanda en España (con este post me pongo a ello…), pero si me apetece reproducir alguna de las reflexiones de los protagonistas, especialmente las de Ifemelu (al Obinze simplemente le toca la lotería al enamorarse). Ya me gustaría a mi hacer un blog como el suyo, con su tono irreverente y coloquial, aún a pesar del tonillo algo victimista y de marisabidilla que a veces muestra la escritora, cuya historia real es muy similar a la de la protagonista. Se lo perdono todo.

El libro lo leí mientras iba recibiendo noticias dispersas sobre el ébola, los “asaltos masivos” a la valla de Melilla, los disturbios racistas en Estados Unidos o las corrupciones diversas que siguen asolando nuestro pais. Y no me parecían incoherentes con lo que leía.

Parece obvio, pero no lo es. Nigeria es un país africano cuyos 165 millones de habitantes no están masivamente infectados por el Ebola o la corrupción. 165 millones de historias tristes o felices, de personas honradas o corruptas como en cualquier otro sitio. Las cloacas de la corrupción politica en Lagos son muy parecidas a las que infectan a nuestros Pujol, Rajoy o Chaves y condenan igual que aquí a millones de personas a la pobreza, la exclusión o la desesperanza.

Las razones por las que los jóvenes emigran de Nigeria son muy parecidas a las que tienen muchos españoles de su edad cuando gritan ¡No nos vamos, nos echais!. Como cuenta Obinze a sus amigos ingleses: 

«Alexa y los demas invitados comprendían que se huyera de la guerra, de la clase de pobreza que aplastaba el alma humana, pero no entenderían la necesidad de escapar del letargo opresivo de la falta de elección. No entenderían por qué las personas como el, que se habían criado sin hambre ni sed pero vivían empantanadas en la insatisfacción, condicionadas desde su nacimiento a mirar hacia otro lugar, convencidas eternamente de que las vidas reales se desarrollaban en otro lugar, ninguna de ellas famélica, ni víctima de violaciones, ni procedente de aldeas quemadas, estuvieran ahora decididas a afrontar peligros, a actuar ilegalmente para marcharse, ávidas sólo de elección y certidumbre».

Mientras lo leía no dejaba de pensar en Ibrahim Keita, Armand Debordo Bakayoko, Ousman Kenzo, Oumar Ben Sanda, Yves Martin Bilong, Daouda Dakole, Nimen, Blaise… y el resto de las 15 personas que murieron hace unos meses en Ceuta, en las personas que arriesgan su vida para entrar en nuestro país, en lo poco que se distinguir árabes de moros, musulmanes o islamistas.

Les dejo algún párrafo entre otros muchos que me han gustado. Hablan de prejuicios en Estados Unidos, Inglaterra o Nigeria, pero si en vez de negros escribo gitanos, discapacitados, mujeres, pobres… quizá, como a mi, no les parezcan tan lejanos.

«En Africa conocimos a gente que no tenia nada, absolutamente nada, pero era muy feliz- comentó Kimberli.- Ifemelu también descubriría más tarde que, para Kimberli los pobres eran libres de toda culpa. La pobreza es algo resplandeciente: no concebía que los pobres pudieran ser depravados o malévolos, porque su pobreza los había canonizado y los mayores santos eran los pobres extranjeros.»

 «…en muchas personas anida solapada la idea de que los blancos se ganaron su espacio en los trabajos y universidades mientras que los negros lo consiguieron porque son negros (…) el panorama del negro estadounidense viene a ser como cuando pasas en la cárcel muchos años injustamente y de pronto te ponen en libertad, pero no te dan billete para el autobús; ah, y encima tú y el tío que te metió en la cárcel ahora sois automáticamente iguales. Si sale a relucir eso de que «lo de la esclavitud fue hace mucho tiempo» instad a vuestro amigo blanco a decir que muchos blancos todavía heredan dinero que sus familias amasaron hace cien años…»

Y por último, después de una serie de «consejos  para estadounidenses no negros» que no tienen desperdicio, les dejo con un párrafo que suscribo contra cualquier tipo de prejuicio, por eso no sirvo para ir a tertulias …

«Querido estadounidense no negro: ¿qué debes hacer? No lo sé muy bien. Intenta escuchar, tal vez. Oye lo que se dice. Y recuerda que no tiene que ver contigo. Los negros estadounidenses no te dicen que tú seas el culpable. Sólo te dicen qué es lo que pasa. Si no lo entiendes, pregunta. Si te incomoda preguntar, di que te incomoda preguntar y después pregunta igualmente. Es fácil ver cuando hay buenas intenciones detrás de una pregunta. Luego escucha un poco más. A veces la gente solo quiere sentirse oída»

@xosecuns