La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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¿Pero esto es verdad?

Posiblemente les quede una sensación de incredulidad cuando lean este artículo. Luego vendrá la indignación y pocas veces como en este caso les pido que pregunten a sus representantes politicos, que denuncien esta barbaridad que hoy nos detalla Pepa Horno.

A Pepa ya la conocen de cuando hablamos de Niños, niñas y violencia de género:  sin duda una de las mayores expertas en infancia que tenemos en nuestro país, en soledad o con sus compañer@s de Espirales. Una persona comprometida los derechos de niños y niñas con su conocimiento, pero también con su corazón y ultimamente hasta con las tripas

Pepa y yo les pedimos un favor: no se queden sólo en las cifras, hoy la cuestión es la falta de visibilidad de los niños y niñas muertos, ponerles cara como ya se consiguió hace pocos años con las mujeres víctimas de violencia de género.

Les recomiendo ver estos videos. Este viaje al horror empieza en algo cotidiano:  Los niños ven. Los niños imitan.

Gracias, Pepa.

Contabilizar nuestros muertos. También cuando son niños y niñas

Comenzamos un nuevo año. Es tiempo para la reflexión y la toma de decisiones. Y para hacerlo necesitamos datos sobre la magnitud de los problemas que afrontamos que permitan definir estrategias, iniciativas o programas para abordarlos.

Uno de los datos que necesitamos mirar de frente son nuestras cifras de muertos. El número de personas que han fallecido en nuestro país cada año y por qué. Conocer las causas más frecuentes de mortalidad para poder establecer cuáles son prevenibles y desarrollar las intervenciones que correspondan.

¿Qué pasaría si no se contabilizaran bien esos datos?

¿Qué supone para una sociedad no ser consciente de las personas que mueren, tanto más si lo hacen asesinadas?

¿O qué ocurre cuando se agrupan los datos no por la identidad de las víctimas sino por tipo penal de delitos que causan su muerte?

Pensemos, por ejemplo, en lo que ocurrió con la violencia de género en España. Al principio la sociedad no conocía el número de mujeres asesinadas. Pero entonces algunas mujeres perdieron el miedo a hacer público su dolor. A algunas las mataron por ello. Y entonces acudimos a los datos. Empezamos a saber cuántas eran cada año. Y eran demasiadas como para que nuestra sociedad pudiera ignorar aquellas cifras. Y además esos números se cargaron de vida. Conocimos la historia de horror, dolor y muerte que se escondía tras esos números.

En los temas referentes a infancia y adolescencia siempre se argumenta que carecemos de datos suficientes, contrastados o fiables. Se comparan cifras de diferentes estudios y problemáticas, metodologías y enfoques para discutir la validez de los resultados. Este post, como verán, no va a ser una excepción. Con la dificultad añadida de las limitaciones para que los niños y niñas puedan narrar su dolor públicamente.

¿Saben cuántos niños, niñas y adolescentes murieron en España el año pasado?

El INE (Instituto Nacional de Estadística) recoge el número de defunciones total desagregado por sexo, edad, lugar de residencia y causa de salud de su muerte. En el 2011 (las estadísticas del 2012 no están aún publicadas), fallecieron 2.777 niños y niñas menores de 19 años en España por alguna de las más de once mil causas de salud definidas. Y surge la pregunta:

¿Cuántos de esos niños, niñas y adolescentes que fallecieron, lo hicieron de forma violenta?

Si sumamos las categorías de causas de fallecimiento correspondientes a agresiones intencionadas o de intención no determinada, así como secuelas de estas agresiones, salen 39 niños y niñas fallecidos en 2011, 11 niñas y 28 niños. Pero en esa cifra dejamos fuera todos los fallecimientos relacionados con agresiones accidentales que se categorizan como tales porque su causa no se determina: ahogamientos, cuchillos, disparos, envenenamientos.

Tengamos en cuenta que a esta cifra tendremos que añadirle además dos fenómenos complicados de analizar.

Por un lado, la cifra de accidentes producidos por negligencias graves de los tutores, que incrementaría la cifra de forma muy significativa. Si quieren saber más sobre este tema, lean aquí (http://www.seguridadinfantil.org/).

Por otro, seria necesario valorar cuántos de los suicidios de niños, niñas y adolescentes tienen su origen en una situación de violencia. Y tengamos presente que según el INE se suicidaron 47 niños y niñas en el mismo 2011.

Las tres cuartas partes de estos menores son varones.

Tanto en la cifra de fallecimientos por agresión como en la de menores que se han suicidado. Sigue siendo una cuenta pendiente visibilizar adecuadamente a los niños varones víctimas de violencia.

Si recurrimos a las estadísticas del Ministerio de Interior, las cifras suben.

Las cifras oficiales las podemos encontrar en el «III y IV Informe de Aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño en España, presentado por el Estado español al Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, órgano encargado de su seguimiento. Verán las estadísticas clasificadas por delitos e identidad de la víctima, que coinciden con los recogidos en el informe «Infancia en cifras«, publicado por el Observatorio de la Infancia en 2009. Se recogen estadísticas referentes a 2006 de menores de edad asesinados y víctimas de homicidios ese año en España y suman 70. Puede que no coincidan porque ha disminuido el número de asesinatos de niños y niñas desde el 2006 o porque se utilizan parámetros de medida diferentes. No lo sabemos. En cualquier caso, para realizar este post, me he limitado conscientemente a las estadísticas oficiales disponibles.

Viendo esos informes, comprenderemos que los datos ya están ahí. Pero no están contabilizados desde la perspectiva de la víctima. Tampoco visibilizados, ni asumidos institucionalmente y socialmente. Contabilizar a las víctimas por su identidad en vez de por el delito que sufren, les hace visibles. Esa visibilidad genera sensibilización social y un cambio de actitudes. Y ese cambio impulsa o demanda los cambios políticos e institucionales.

Porque sabremos cuántos murieron violentamente, pero nos quedará por saber a manos de quién: ¿sus padres o madres, otros familiares, sus iguales, desconocidos, redes de delicuencia..?

Nos quedará saber por qué, conocer su historia, si alguien la sabía, si se hizo algo…nos quedará ponerle rostro a esa cifra, mirar su dolor, comprender la magnitud del horror que vivieron. Y así intentar ponerle remedio adjudicando los recursos acordes a la magnitud del problema.

Una prioridad que no parece competencia de nadie

Contabilizar adecuadamente los niños, niñas y adolescentes muertos de forma violenta en España es una prioridad que no parece competencia de nadie. Y sin embargo el Estado es el garante de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, entre otros el derecho a su protección, a no sufrir ninguna forma de violencia, tanto más si ésta les lleva a la muerte. Al menos así lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas ratificada por España en 1990 y toda nuestra legislación estatal y autonómica.

Recuerden que la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor está justo en trámite de reforma. ¿Pero cómo ser garante de algo que no se ha contabilizado de forma sistemática?

Un ejemplo de para qué sirve contabilizar

Cuando en el año 2006 coordiné la investigación «Niños y niñas víctimas de la violencia de género» para Save the Children, una de las recomendaciones que realizamos fue que se incluyera en el formulario de las órdenes de protección una casilla donde se especificara el número de hijos e hijas que tenía la mujer. Y que luego esos datos se procesaran en el sistema, con el mismo detalle que se hacía con los datos referentes a las mujeres víctimas.

Se incluyó la casilla y tiempo después se contabilizaron. Era un comienzo, aunque las órdenes de protección reflejen sólo una pequeña parte de las víctimas de esa forma de maltrato. Supimos cuántos eran. Muchos más de los esperados. Se les dio visibilidad y se introdujo el tema en el debate social, político e institucional en el que hasta entonces los niños, niñas y adolescentes víctimas de la violencia de género apenas estaban presentes.

Es un ejemplo de para qué sirve contabilizar. Sobre todo si se trata de nuestros muertos. Todavía más si son nuestros niños, niñas y adolescentes muertos violentamente. Pasó con las mujeres. Lo hicimos y eso nos convirtió en una sociedad mejor. Nos queda pendiente contabilizar a nuestros niños, niñas y adolescentes muertos de forma violenta.

¿Hasta cuándo?

@pepahorno

Para profundizar:Mama duermete que yo vigilo (Documentos TV)