La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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Se lo apuntaba hace unas semanas en un artículo algo insolente. Una de las escasas buenas noticias de esta mal llamada crisis es que se acabó la cobardía de decir que ONG o voluntarios somos apolíticos.

Del voluntario al obligatorio”. Parecen dos términos opuestos, pero para mi, ser voluntario, activista o militante  en alguna entidad o mejor en alguna causa relacionada con la justicia social es una obligación moral. No estoy haciendo el bien por ser voluntario y nadie me lo tiene que agradecer, estoy cumpliendo con mi obligación como persona. Ser voluntario es un medio para luchar por derechos sociales y contra la pobreza y sus causas y causantes. Lo leerán si quieren dentro de unos días, cuando les hable de la Marcha Mundial contra la Explotación Laboral Infantil.

Luis Barreiro, uno de mis maestros y amigos, levantó alguna ampolla al denunciar la vuelta rampante del asistencialismo en la acción social y la lucha contra la pobreza, sobre todo al hablar de «los voluntarios: esas almas puras«. Le he pedido que nos ayude a empezar a seguir reflexionando sobre este tema. ¿cuando pasamos de ser voluntarios a hacer voluntariado?

Gracias Luis

El voluntariado y los locos 90, o de aquellos polvos estos lodos…

La Constitución española de 1978 se redactó para un país que era receptor de ayuda internacional (España era un estado oficialmente pobre hasta 1982), no obstante el texto de la Carta Magna parecía ignorar la labor desarrollada por lo que ya en aquellos años se denominaba Tercer Sector (el concepto surge en 1973 de dos padres:  Etzioni Levitt). Igualmente se silenciaban de forma consciente los denominados nuevos movimientos sociales, algunos de ellos de una indudable relevancia en los 70 como el movimiento vecinal, en cambio se destacan organizaciones casi inexistentes en 1978 como las organizaciones de consumidores y usuarios… Ya en aquel entonces la ley fundamental parecía más pensada para Noruega que para España.

¿Qué aconteció para que 20 años después el voluntariado estuviera en boca de todos los legisladores y toda CC.AA que se preciara tuviese su propia ley de voluntariado? Pues bien, pasaron dos cosas en aquellos locos años 90.

En 1992 Barcelona fue sede olímpica, uno de sus puntos fuertes fue el de presentar un servicio de voluntariado al que se presentaron 60.000 candidatos. En todas las ciudades se instalaron autobuses que instaban a apuntarse como voluntario: en poco tiempo un vocablo restringido al Servicio Militar se universalizó: los medios de comunicación hicieron el resto… en poco tiempo las regatas, bodas de infantas y partidos de fútbol tenían presencia de voluntarios… y el blanco quedará para siempre como el color del voluntariado en España (pese a lo poco práctico que resultaba en ocasiones… pensemos en el Prestige y lo manchadizo que resultaba…)

En 1996 el gobierno de Felipe González decide presentar una novedosa Ley de Voluntariado inspirada en parte (lamentablemente solo en parte, porque se desaprovecharon aspectos muy positivos) en una ley italiana de 1991. La exposición de motivos explica el por qué de la ley: la lucha en “la erradicación de situaciones de marginación y a la construcción de una sociedad solidaria en la que todos los ciudadanos gocen de una calidad de vida digna”… Pues no, ¡mentira! El motivo era mucho más prosaico y se llamaba insumisión y objeción de conciencia.

En 1986 el PSOE, in extremis y en buena medida gracias al carisma de Felipe González, gana el referéndum de permanencia en la OTAN, que vino a ser un pulso entre el sistema de partidos y la sociedad civil… vencieron los primeros. La venganza de los derrotados fue una oposición sin parangón en Europa al Servicio Militar Obligatorio. Solo en 1989 el estado amnistió a casi 22.000 objetores pero en 1996 eran casi 100.000 jóvenes los que cada año se negaban a realizar el servicio militar… los cuarteles se vaciaban y la administración era incapaz de dotar suficientes plazas de Prestación Social Sustitutoria (PSS) para tanto objetor, pese a la colaboración a veces entusiasta de ONGs, sindicatos y demás…

La solución… el voluntariado, delegar en el tercer sector el reconocimiento de horas mediante la fórmula 133 horas de servicios voluntarios = 1 mes de prestación (artículo 2.4 del Decreto 1248/1997). A partir de ese momento son los directores de entidades quienes gestionan la objeción de conciencia… las sedes de las asociaciones y fundaciones se llenan de jóvenes (¡masculinos!) dispuestos “altruistamente” a donar su tiempo a favor de la causa (yo fui uno de ellos, sé de lo que hablo)… Ya no “eras” voluntario, “hacías” voluntariado…

La objeción de conciencia en España (1985-1997)

Las consecuencias fueron la sensación de “compra” de voluntades (circula la leyenda urbana, o no, de que se podía librar de la PSS vendiendo cierta cantidad de lotería…), la falsa percepción de que los recursos humanos son infinitos con la consiguiente sobredimensión de servicios cubiertos casi en exclusiva por voluntarios y la idea de que el voluntariado precisa recompensa… siempre (¿hablamos de oposiciones?)

En fin, urge volver a los orígenes, superar esta fase de voluntariado ya sin sentido (el Servicio Militar Obligatorio desapareció en 1999) y crear auténticos programas de voluntariado al margen de la administración pública y que no sea la alternativa “blanda” a la contestación de los movimientos sociales… si, lo sé, queda mucho por hacer… pero en eso estamos.

Ánimo, otro voluntariado es posible. Sobran los ejemplos positivos, ¿nos lo cuentan?