La Voz de Galicia
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Cartagena de Indias, Colombia. “La chiva rumbera”

Si pasas por Colombia no dudes en apuntarte a esta actividad. Por el módico precio de treinta y cinco mil pesos (unos quince euros más o menos) puedes pasarte tres horas y media de fiesta.

La chiva es un autobús sin ventanas, faltaría más con el calor que aquí hace, que te “regala” un recorrido por la ciudad con ron y cola a discreción y un grupo de música formado por tres componentes.  Cumbia,  merengue, vallenato, salsa, reggaetón, porro, currulao, merecumbé y mapalé nos hacen gozar. Además un animador hace las funciones de guía turístico y se encarga de jalear a la compañía.

Digo lo de “regala” porque aquí en Colombia en vez de decir educadamente te doy o me das, dicen te regalo o me regalas. Vaya un ejemplo: fumando en una terraza, pido un cenicero y, la camarera me dice no se preocupe patronsito, yo le regalo uno. Yo con mi sorna habitual le digo no hace falta que me lo regale, con que me lo preste es suficiente. También a la hora de firmar te dicen ¿me regala una firma?

Volviendo a la chiva rumbera, la salida es sobre las ocho de la tarde, comenzamos a beber y el alcohol va entonando al personal que, armado de maracas y rascadores o simplemente con las palmas forman una bulla considerable. El animador reta a las diversas filas de la chiva para picarnos y ver cuál es la más bullanguera. A ver, los hombres, encima del asiento meneando la colita (moviendo el trasero), así una fila tras otra. Las mujeres lo mismo. Te tronchas de risa.

A la hora y media de recorrido de cachondeo por la ciudad,  llegamos por la avenida de Santander al baluarte de Santa Clara y nos bajamos, son las murallas de la ciudad y, ahí hay un sitio ideal, corre el viento. Justo al lado está el baluarte de Santa Catalina, debajo están las antiguas mazmorras de la ciudad hoy en día tiendas para turistas.

La orquesta nos acompaña y, en unos minutos, nos juntamos cuatro o cinco chivas (más o menos doscientas cincuenta personas a cada cual más alegre) y, todos a bailar.

Colombianos, argentinos, brasileiros y un par de galeguiños en dos minutos montamos una verbena encima de unas murallas de una ciudad patrimonio de la humanidad.

Después de cuarenta y cinco minutos de baile regresamos a la chiva y, antes de subir, nos dan unos empanados (especie de empanadillas de carne) y, como simpáticamente nos cuenta nuestro animador unas “arepas”, especie de tortas de maíz rellenas de carne y, huevo de gallina “virgen” para ellos y, de gallo “capao” para ellas.

Vuelta a la chiva para seguir el recorrido hacia una micro discoteca con aire acondicionado para seguir la fiesta. A los cuarenta y cinco minutos regreso a la chiva que te lleva de nuevo al hotel.

Muy buena experiencia.