La Voz de Galicia
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El apeadero y la infraestructura

 

La realidad y la ficción se dan cita en esta foto. Es como si Jeff Wall hubiese construido uno de sus poemas visuales, polisémico y evocador. Tiene una explicación más bien prosaica: un caballo suelto, que cruza la carretera, es reducido por los empleados de una gasolinera. Después lo atan a una señal. Pero podría resultar pintiparada para ilustrar una fábula del Armagedón. La génesis de la historia es bien conocida. Hace un par de tardes, cuando el dinero corría a raudales, se levantaban con alegría apeaderos y marquesinas de noble cantería. De orden dórico si era menester. Urbanizaciones hasta donde alcanzaba la vista para una natalidad en retroceso. Se volvió imprescindible tener un aeropuerto en cada villorio. En Castellón no llegó a aterrizar ningún avión y esto lo convierte en el primer aeródromo abstracto. Pero con una lujosa terminal. Terminal, como resultó ser nuestro modelo económico. Luego nos entró … Seguir leyendo

Utopía

Isaac Díaz Pardo ya era un gran pintor a los veinte años. Todos nos preguntamos por qué lo dejó. Podría haber seguido pintando sin hacerse preguntas. Como hicieron otros artistas menos dotados y con menos intuición sobre las vanguardias. Algunos de ellos se limitaron a seguir dócilmente el débil susurro de sus habilidades técnicas, embadurnando nuestra pintura de enxebrismo y colmando las burguesas vanidades de retratos. Pintar habría sido más fácil para Díaz Pardo que cabalgar a lomos de una utopía que, como la Bauhaus alemana, o como todas las que pretenden maridar arte e industria, no suelen realizarse. Díaz Pardo quería colar su idea del arte, que bebía de la tradición pero que miraba hacia la modernidad, en la cadena de producción. Pero el buen diseño, que quiere ser redentor, acaba irremediablemente siendo elitista. Porque al final los hogares de clase media acaban inundados de otros objetos sin alma, … Seguir leyendo

Corazones de cartón piedra

Hay una canción de Serrat en la que se cuenta la historia de un hombre que rapta un maniquí, arrebatándolo de un escaparate para prometerle amor eterno. La peripecia acaba en una institución de salud mental. Y no me refiero al matrimonio. Berlanga en su película «Tamaño natural» convertía al inquietante, aunque siempre sofisticado Michel Piccoli, en el tierno enamorado de una muñeca hinchable. Había escenas de celos y de dulce convivencia, escenas de una cierta intimidad neumática. Y tantas turgencias como los pulmones de Piccoli fueran capaces de hinchar. Hay una oscura inclinación de los hombres hacia los objetos inanimados, hacia el frío y dócil tacto del plástico. El plástico nunca te responde ni te obliga a hacer recados. Hay quien ve en esto una metáfora de la incomunicación y de las soledades modernas. Es más sencillo: cuando el hombre no está dotado para la seducción siempre queda el … Seguir leyendo

Impresionismo revisitado

La historia comienza cuando el escultor alemán Ulrich Rückriem elige una finca de Monteagudo (Codeseda, A Estrada) para levantar un parque escultórico. Es un cromlech moderno, disgregados sus hitos en un recorrido que presta oídos al territorio, que no pretende imponerse al cristalino sonido del paisaje. Bloques de granito que se comportan como si siempre hubieran estado allí: cuando un artista entiende el lugar en el que interviene, es como si su obra hubiese nacido de la tierra, con la lenta seguridad con la que crece un roble.
El arte contemporáneo es como un mar picado en el que flotan mensajes dentro de botellas. La botella de Rückriem llegó a la playa de Álvaro Negro (Lalín 1973) y éste visitó la finca, cámara en mano, para grabar cada rincón. Volvía una y otra vez al lugar, a veces simplemente para estar en él. Como un pintor impresionista que sale al … Seguir leyendo

Los cacharritos de Díaz Pardo

La primera y única vez que tuve el honor de fotografiar a Díaz Pardo fue en su casa de O Castro y ya estaba muy mayor. Conservaba toda la fuerza en la mirada pero su retrato empezaba a estar en fuga. Aún así todavía era capaz de subir la empinada escalera, de peldaño corto, que conducía a su estudio. La ligereza con la que subía aquella escalera era la metáfora, más sutil y sencilla, de una vida dedicada a Galicia. En su casa los cuadros de Seoane, Colmeiro, o Pesqueira, alicataban las paredes como en una montonera. Como se cuelgan los cuadros en un museo británico. Las paredes estaban revestidas de óleo sobre lienzo. Sudaban trementina. Después de las fotos y de un café me despidió afectuosamente. Por la tarde tenía que acudir a una conferencia en la Fundación Luis Seoane. La conferencia giraba en torno a la génesis de … Seguir leyendo