La Voz de Galicia
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Bajo una fina lluvia que tamiza la luz, el deán pasea silenciosamente su silueta valleinclanesca. A su lado hay una paloma. Como no lleva una rama de olivo en el pico ni un mensaje atado a la pata, supongo que va de paisano. Paseando acompasadamente al lado del deán. Como dos colegas. Una extraña pareja. Muy franciscana. Con la mano derecha el deán se sube la sotana. Parece una joven vocación jugando al balompié en el patio del seminario. Con la mano izquierda lleva una bolsa de plástico que no contiene precisamente un incunable: parece un periódico o una revista. Como es costumbre en el ramo, su mano izquierda no sabe lo que hace su mano derecha. Pero las yemas de sus dedos, que han tocado las páginas más egregias del medievo, también se entintan con papel prensa. Seguro que, desde que vio el Nombre de la Rosa, ya no las humedece con la lengua para pasar las páginas. Ya hace casi dos meses de lo del Calixtino. Mientras caen los imperios y la nueva religión tecnológica redacta sus mandamientos binarios, todo el mundo clama por el rescate de un libro. Hay en ello una cierta esperanza. Las últimas hipótesis apuntaban a que el códice no habría abandonado la catedral. A ver si va a ser un juego de rol. Sotanas y mazmorras o algo por el estilo. El deán carga con todas estas dudas en clave de melancolía. La imagen posee esa cualidad que hace que una foto sobreviva a tanta sobreexposición, a tanto amateurismo y a tanto hartazgo visual. Posee atemporalidad. Podría ser Ruth Matilda Anderson de paseo por Compostela. Pero es Paco Rodríguez sacudiéndose la rutina. Parafraseando libremente a John Lennon, la fotografía de prensa es lo que pasa mientras piensas en las fotos que harás en el curso de tus viajes solidarios, o en ganar un concurso de lema grandilocuente y bolsa exigua. Me gusta más una foto convertida en recorte de prensa que la misma foto en una exposición de fotógrafos para fotógrafos. No se puede recortar un PDF de la encerada superficie de un ordenador, aunque esté más enriquecido que el avecrem. Nunca acabará amarilleando dentro de una carpeta. Nunca será un objeto y lo que es más importante: nunca será un recuerdo. A veces olvidamos que una rotativa es el tórculo más poderoso que existe. Nadie es capaz de hacer tanta obra seriada. Visitar una rotativa es renovar tus votos. El olor a tinta enardece. Y ya pronto no habrá nada más romántico que el papel prensa.