Da gusto editar una buena foto. Lo de Capotillo, fotógrafo de La Voz en Pontevedra, y los gitanos realojados en Caritel es todo un caudal. Es un buen ejemplo de cómo el fotógrafo es capaz de ganarse a la gente, interaccionar con ellos. Se trata de meterse en la historia y conseguir que un gitano pose desconsolado ante la esvástica que le dedica uno de sus “encantadores” vecinos. De alguna forma es tomar partido.
Lo de las pintadas es otra historia, es increíble que a estas alturas de la película aún haya alguien que crea en la superioridad de la raza. Las únicas pintadas sobre asfalto que merecen la pena son las que animan a Oscar Pereiro a subir las duras rampas del Tour.