La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
Seleccionar página

Reivindicación y elegía última del Airgam Boy

Soy de 1971. De los últimos polvos del baby boom. O casi. No recuerdo a Franco. Solo guardo una borrosa memoria de su muerte, supongo que más bien porque alguien me lo contó muchos años después. Ese día los trolebuses -sí, aún había trolebuses entonces en A Coruña– llevaban crespones negros en los retrovisores. No había colegio, pero tampoco dibujos animados por la tele. Un timo de tarde libre.

De aquellos tiempos, de finales de los setenta y principios de los ochenta, conservo mi colección de antiguos Don Miki. Sus contraportadas, que el avispado editor aprovechaba para vender como espacio publicitario, son una especie de enciclopedia sociológica del juguete tardo y postfranquista. Por allí pululaban las huchas Miss Money de Congost: la Ratita era la favorita de los pequeños ahorradores compulsivos; las muñecas de Berjusa: Miniño cantaba Cinco lobitos con pasmosa tenacidad, Minena 1 Seguir leyendo

Georges Perec, el juego infinito

En este decimonónico y por muy diversas circunstancias dickensiano 2012, mientras Occidente se empeña por primera vez en su historia en recorrer a marchas forzadas la vía del retroceso, resulta casi incomprensible pensar que no hace tanto tiempo (en 1978, sin ir más lejos) se escribían, se publicaban e incluso se leían libros como La vida instrucciones de uso. Abrir la obra maestra de Georges Perec (París, 1936-Ivry sur Seine, 1982) y zambullirse en sus seiscientas páginas de puzles, relatos cruzados, cuadros y combinaciones es jugar con el autor una partida de ajedrez literario sobre las casillas del inmueble de la calle Simon-Crubellier de París. Pero como todo juego, este acto lúdico encierra también un gesto profundamente subversivo. Lo sabían Perec y sus compañeros de viaje en la aventura del taller OuLiPo (el matemático François Le Lionnais y los escritores Italo Calvino o Raymond Queneau, entre otros insurrectos), … Seguir leyendo

Los garbanzos

Recordábamos el otro día aquí que lo que no quería bajo ningún concepto la deslumbrante Kikí de Montparnasse era volver a comer garbanzos, menú que representaba para la musa algo así como la antítesis del champán, del caviar, en fin, del glamour o como se deletree ahora la palabreja esa que tanto marean los pijos.

Un garbanzo es el caviar de los pobres, aunque se disfrace de humus, ese plato que cuando se pide uno siempre se teme que el cocinero, perdón, el restaurador, va a sacar una palada de tierra del jardín y soltarla en el plato sin más historias. Kikí, aferrada a su fabuloso París, no quería volver al pueblo, ni a comer garbanzos. No quería dejar aquel circo surrealista en el que se había convertido su vida de modelo, amante y confesora de los grandes creadores del París de entreguerras. Nada de garbanzos, vaya.

Y es que … Seguir leyendo