La Voz de Galicia
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César Aira: «Estoy seguro de que ni en mil años podría recibir el premio Nobel»


César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949) se mueve por la multitudinaria Feria del Libro de Buenos Aires como uno de esos juguetones espectros que pueblan alguno de sus relatos. Nació bajo el signo de Piscis, exhibe amplia sonrisa y una timidez honda, que emana de las entrañas, y que es marca de la casa de algunos de los más grandes escritores contemporáneos. Habla con emoción de Sobradelo, el pueblo de su abuelo Robustiano, en Xunqueira de Ambía, y baraja feliz un hipotético viaje a ese escenario fundacional.
De él dijo el chileno Roberto Bolaño (autor de tesoros como Los detectives salvajes o 2666): «Es uno de los tres o cuatro mejores escritores que escriben en español actualmente». Probablemente Bolaño era otro de esos cuatro. Pero Aira no tiene problemas en admitir que no ha leído ni una sola línea de la obra de Roberto Bolaño, aunque tal vez le habría … Seguir leyendo

La realidad hecha calle

Foto: Eduardo Pérez

Cuando empezábamos a estudiar Filosofía, allá por los 16, a un profesor de Física le dio por poner el clásico ejemplo de no sé qué ley que se demostraba con unos cuerpos rodando por la calle Real, a lo que un hormonado compañero de pupitre preguntó:
—¿Pero hay alguna calle que no sea real?
Cosas del castellano, que no diferencia entre realidad y monarquía —en España da igual ser real que ser royal —, y de suministrar a adolescentes desatados altas dosis de ontología. Claro que aquel compañero fue el que en un examen de Religión, a la pregunta de por qué Dios permite el mal, respondió:
—Porque Dios no existe.
Gran alborozo en el colegio religioso. Son esa clase de agallas del artista adolescente que luego van limando la edad, las facturas y las resonancias magnéticas.
Pero volvamos a la realidad, o sea, a la calle … Seguir leyendo

A las cinco en el Avenida

Ahora nos parece una historia del abuelo Cebolleta, pero hubo un tiempo —no tan lejano como la galaxia de Star Wars— antes del guasapeo y demás toqueteos de pantalla en que la gente, para verse unos a otros, no se pegaba un toque al móvil, sino que quedaba en un sitio a una hora. E incluso había seres humanos que se presentaban puntualmente a la cita, como si fueran ingleses o centroeuropeos. Será cosa de la emigración y su ósmosis.
En A Coruña, cuando todavía se estilaba esta extraña costumbre, la ciudad quedaba consigo misma en el cine Avenida. Se sacaba de paseo el sábado por la tarde y siempre se citaba en el Avenida, que entonces no estaba cerrado por una valla publicitaria, sino que lucía el hermoso vestíbulo diseñado en los años treinta por Rafael González Villar.
Uno llamaba a los colegas al teléfono de casa —o sea, … Seguir leyendo

Galicia reivindica a Díaz Castro en Buenos Aires

 

Buenos Aires, capital del caos, del fútbol, de la oratoria. Sí, pero también de la literatura. En los puestos de la avenida de Santa Fe los letraheridos rebuscan entre las primeras ediciones y otras joyas ya descatalogadas. A solo unos metros, en el recinto de La Rural, miles de personas deambulan entre los stands de la 40.ª edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, la segunda más potente de América Latina tras la de Guadalajara. Y entre la multitud de expositores de editoriales e instituciones de todo el planeta, el stand de Galicia, donde convive la poesía de Xosé María Díaz Castro, protagonista del Día das Letras Galegas, con las publicaciones históricas de Edicións Galicia,el sello del Centro Gallego bonaerense.

Es viernes por la tarde (madrugada del sábado ya en España) y en el stand de la Xunta se suceden las presentaciones. La catedrática de Literatura de … Seguir leyendo

Monte Alto, el epicentro

Monte Alto es nuestro barrio de Gracia, lo que pasa es que no nos enteramos, porque tampoco acabamos de comprender que la calle de la Torre sería el paseo de Gracia que une nuestro Greenwich Village con el resto del mundo. A veces somos un poco acomplejados.
A Monte Alto subimos por la calle de la Torre o por Orillamar, que son cuestas más o menos livianas, pero yo, será una manía, prefiero dejarme llevar a Monte Alto desde Zalaeta y el Campo de Marte, por la implacable pendiente de Curros Enríquez.
Todo coruñés hasta las cachas ha soñado en algún momento con vivir en una casita del Campo de Marte. En Villa Marujita, Villa Amelia o incluso en Villa Clotilde. Debemos de llevarlo escrito en algún rincón de nuestro ADN porque el Campo de Marte tira más que el dorado y opulento Parrote.
En el Campo de Marte los … Seguir leyendo

El bodegón de la plaza de Lugo

Ya no se estilan aquellas vitrinas de los restaurantes que parecían naturalezas muertas de los maestros flamencos del barroco, aquellos teatrillos de las casas de comidas donde se exhibían merluzas del pincho con un limón incrustado en la boca, cochinillos de siniestra sonrisa, pulpos desmadejados, cabritos de ojos saltones y hasta lampreas de bocas desafiantes y antediluvianas.
Si uno quiere ver un bodegón a la antigua usanza tiene que irse hasta la plaza de Lugo, que en realidad se llama mercado municipal Eusebio da Guarda, pero que nadie llama jamás así.
Los turistas, esos que creen que las nécoras ya salen rojas del mar, sacan muchas fotos de los puestos y los guiris de los grandes cruceros flipan largo y tendido con este exhibicionismo de la carne y la pesca, este alarde de gula que más que gula ya es lujuria.
La plaza de Lugo ya no es aquella plaza … Seguir leyendo

Luis Seoane en la caja de reclutas

Ya nadie se acuerda de la mili. Ni siquiera ese primo quinto a mano izquierda que tantas anécdotas contaba de garitas, imaginarias y otras machadas en las sobremesas dominicales. Nadie habla ya del sorteo de quintos, que no consistía precisamente en repartir a voleo botellines de Estrella, sino en darle a un bombo que lo mismo te mandaba a Ceuta que a Caranza. Puro azar. Cuando había mili solo te librabas de arrojar por el desagüe muchos meses de tu vida declarándote insumiso, haciéndote objetor de conciencia, por exceso de cupo (el baby boom daba reclutas a patadas) o si te declaraba inútil un tribunal médico.

A mí me tocó ser inútil porque, como decía Woody Allen en no sé qué película, en caso de guerra no valdría ni para prisionero. Tengo un papel del Ministerio de Defensa que lo certifica. Inútil. No apto. Algo así. El caso es que … Seguir leyendo

Siempre nos quedará el París

No es el París, Texas de Wim Wenders. Ni tampoco el monumental y glacial París-París. Ni siquiera el París de aquel rali de tazas París-Dakar de Compostela que tantos hígados imberbes pulverizó. Es el París de la calle Real esquina a Torreiro. Si cierro los ojos veo la fachada del Cine París en una foto en blanco y negro de Vari Caramés. Todavía está en la esquina la juguetería Tobaris y un barquillero se pasea por delante de la taquilla con su invernadero portátil para barquillos a hombros.
Si abro los ojos —no por nada, solo para que no me echen encima una camisa de fuerza— veo todavía las letras doradas del Cine París en la fachada. Una reliquia que recuerda que aquí, de 1908 a 1999, estuvo abierta la que fue la sala más antigua de España en funcionamiento. Ahora ha vuelto a ser lo que ya fue en … Seguir leyendo

La medida de todas las cosas

La principal conclusión del paisaje después de la batalla generado por la última gracieta de Jordi Évole es que, según los gurús más vanguardistas, no hay que ponerse demasiado quisquillosos con las difusas fronteras entre periodismo y entretenimiento. Qué más dará realidad que ficción, el caso es pasar el rato, echarse unas risas y largar algún chascarrillo fugaz en el Twitter. Si el Gran Hermano de Milá y su ducha meada era un experimento sociológico, el teatrillo de Salvados y sus dicharacheros parlamentarios también puede lucir galones de experimento televisivo. ¿Y la credibilidad? La credibilidad es una antigualla de quita y pon, lo mismo la dejas en el perchero para urdir un documental que no es un documental, sino un burdo vacile al espectador, que te la vuelves a calzar para jugar a ser periodista el próximo domingo por la noche. El caso es tener muchos clics. Porque el clic, … Seguir leyendo

La plaza se queda sin libro

En Los Ángeles un tipo ha abierto The Last Bookstore, una librería que se llama exactamente La Última Librería. Claro que Los Ángeles es la ciudad apocalíptica por excelencia. En Los Ángeles escribió Bukowski, el gran Chinaski, su demoledor Dinosauria We, un poema en el que anticipaba el hermoso silencio que seguiría a la hecatombe nuclear. Y en Los Ángeles transcurre otro icono del apocalipsis zombi o vampírico: El último hombre vivo, esa peli en la que Charlton Heston es el único superviviente —al menos el único humano en sentido estricto— tras una devastadora guerra biológica entre China y la URSS.

A Coruña, ya lo decían las abuelas al ver a las chicas haciendo toples en Riazor, no es Los Ángeles. Pero a este paso cualquier día abre a la vuelta de la esquina La Última Librería. Porque, a falta de apocalipsis zombis, nucleares o bactereológicos como los Seguir leyendo