La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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En Padornelo, que es el Macondo de
donde viene mi familia paterna, de la rama de
mi abuelo Aquilino, había épocas en que había
siete vecinos y dos bares. En verano, los que nos
apuntábamos a leer a Proust al fresco del lago de
Sanabria multiplicábamos la población y, para
compensar, hacíamos una ronda perpetua entre
los dos bares. Luego, llegó la ansiada autovía y
el bar de carretera perdió su razón de ser. Y en
invierno, en Padornelo, ya solo quedaba mi tía
abuela Patro, la última mohicana.
Padornelo no pertenece a la Galicia legal,
sino a la Galicia sentimental. Está del lado de
allá del túnel, o sea, es Zamora. Pero se habla
gallego, un gallego en el que la gente no va
al bar, sino que va al bare. Me acordé de
Padornelo y de sus dos bares de aquellos veranos
leyendo el último libro de Juan Tallón,
que como es de Vilardevós, sabe de qué
hablo cuando hablo de Padornelo. Y sobre
todo sabe de qué hablo cuando hablo de bares.
Por algo su último libro se titula Mientras haya
bares (Círculo de Tiza).
En esta colección de artículos y textos de su
blog (Descartemoselrevolver.com), Tallón nos lleva sobre todo a garitos
inmundos. Esos son los locales que le interesan,
porque es donde suceden cosas, no en esos artificiosos
cafés literarios donde lo único que puede
pasar es que abras un libro:
—Hace años, en Santiago, en una de esas épocas
en las que bebes y cada vez estás más sobrio, entré
en una tasca inhóspita y allí encontré a Paul Auster,
apoyado en la barra.
En los antros mugrientos de Tallón uno se
encuentra al Roberto Bolaño de 2666 colgando
de un tendal, al sol, el Testamento geométrico de
Rafael Dieste. Y a Lee Marvin y Clint Eastwood
mano a mano con Tarantino o Yosi, de Los Suaves,
que baja a la compra en zapatillas de cuadros.
En Galicia, nuestra generación se ha trabajado
su educación sentimental en las tabernas, trasegando
Estrella en cantidades homéricas. Por eso
este libro tiene ese amargo y soberbio sabor del
lúpulo. Habrá que volver a Padornelo para leerlo
despacio, hasta la última gota, en la barra del bare.