La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Batman nació en mayo de 1939. Faltaban solo unos meses para que Alemania invadiese Polonia y el mundo se asomaba (en aquel caso literalmente) a los infiernos. El murciélago emergió en un planeta en tinieblas y por eso sus creadores, Bob Kane y Bill Finger, lo plantaron en Gotham City, un trasunto maldito de Nueva York que, en el fondo, es un trasunto del mal en sí mismo. Y, como ya sabemos al menos desde los griegos y Shakespeare, el mal desplegado en sus múltiples formas y matices es el gran tema que recorre las vértebras de la cultura universal.
Por eso nos fascina Gotham, porque retrata la urbe como sumidero y averno, y por eso nos cautiva este superhéroe que, en realidad, no tiene superpoderes pero que logra tumbar a los villanos gracias a una inteligencia veloz, a su traje blindado y a una serie de artilugios con los que remeda las habilidades sobrehumanas de colegas sobrados como Spiderman o Superman.
En los años sesenta Bruce Wayne cayó en las zarpas de la televisión. Las series encendieron sus desmedidos focos sobre Gotham y Batman y Robin pasaron a ser un par de voluntariosos ciudadanos que, en sus ratos libres, luchaban contra los malvados en una ciudad relativamente feliz y dicharachera. No eran tiempos para brumas. Durante varias décadas incluso en lo más profundo de la batcueva se disiparon las sombras.
Hasta que a mediados de los ochenta el insobornable Frank Miller rescató a Batman de las ñoñerías catódicas y devolvió el héroe al cómic y a sus tinieblas originales (incluso cargó algo más las tintas). El guionista Alan Moore se sumó al festejo con sus viñetas oscuras y nada complacientes y despejó el camino para las fantasías turbulentas y barrocas de Tim Burton, que en 1989 montó colocó al enmascarado en una de sus laberínticas y fantasiosas escenografías.
El cineasta Christopher Nolan ha profundizado en las simas abiertas por el cómic. Su trilogía bebe de Miller, Moore y el Batman fundacional de 1939. A esas sombras se añadirá ahora la leyenda de una maldición. La que arranca en el 2008 con la muerte de Heath Ledger, quien tras liquidar su fabuloso papel de Joker en El caballero oscuro se fue al otro mundo por una sobredosis de pastillas. Ayer el mito se transformó en crimen cuando un sujeto disfrazado de Bane (el rival de Batman en esta tercera entrega) causó una matanza en un cine de Denver.
En estos tiempos borrosos también se difuminan las sutiles fronteras entre lo real y lo virtual. Y ya no hay superhéroes que nos salven de eso.