La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
Seleccionar página

Hay quien habla ya, en medio de este sucio hiperrealismo del siglo XXI, de Teleshakespeare. Vamos, que si el infinito William escribiese hoy, en lugar de tragedias y sonetos, se pondría a teclear furiosamente guiones de teleseries como The Wire o Los Soprano. Nunca lo sabremos, claro, pero la teoría no es del todo descabellada porque el teatro era lo más parecido a un medio de masas que existía en el Siglo de Oro.

Otros gurús sostienen que el cine genuino ha emigrado de la gran pantalla para refugiarse en los televisores, que con su expansión ilimitada de pulgadas ya no encajan tampoco en el desfasado concepto de pequeña pantalla.

Sea o no la heredera natural del celuloide y el teatro isabelino, el caso es que la caja ya no es tonta (en realidad ni siquiera es ya una caja). Ha aprendido de sus mayores que la clave está, sencillamente, en la escritura. Ya lo sabían los productores del difunto Hollywood, que encerraban a tipos como William Faulkner en un cuarto con una máquina de escribir y una ración doble de tabaco de pipa y whisky para que escupiesen hasta la extenuación la gran poesía del cine clásico.

Ahí reside la cruda emoción que recorre las arterias de Baltimore y sus gentes en The Wire. En los memorables diálogos y personajes tallados por los guionistas David Simon y Ed Burns. The Wire es la gran epopeya urbana de nuestro tiempo y pasará a la historia por la implacable verdad de su literatura.