La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Más tauromaquias

De vez en cuando se monta mucho lío con los toros. Pasó hace unos meses con las corridas y ahora mismo con los correbous, una entrañable tradición  que consiste, en plata, en prender fuego a los cuernos del bicho y ponerlo a trotar por las calles del pueblo, más que nada para iluminar la vía pública con energías renovables y para dar lumbre a los despistados, que siempre hay algún pasmón que quiere echar un pitillito y cuando mete la mano en el bolsillo resulta que se ha dejado el mechero en la barra del bar. No hay problema. Pasa el morlaco, le dices que se arrime a la acera, acercas el rubio al pitón izquierdo y listo. Hay mecha para rato. Yo, la verdad, no entiendo mucho de toros. En mi ciudad hay una plaza, pero es uno de esos recintos multiusos que lo mismo valen para la … Seguir leyendo

Angelitos

A los niños los carga el diablo. Lo mismo se encaraman a un árbol y se tiran de morros para probar la resistencia del empedrado que revientan de un balonazo la porcelana de Limoges de la abuelita. Las criaturas vienen así de fábrica, con las trastadas como equipamiento de serie. Vale. El problema son los extras. O sea, cuando al diablo se le va la mano y carga a la chavalada no con balines o munición de fogueo, sino con ojivas nucleares. Ha pasado en Cea, donde el pan es arte. Allí la Guardia Civil acaba de echar el guante a cinco elementos (dos de 18 años y tres menores) acusados de unas fechorías que parecen extraídas del guión de El Vaquilla o de uno de esos videojuegos en los que cosechas bonus por atropellar ancianitas. Sucedió un fin de semana de agosto. Primero los cinco mozos se plantaron … Seguir leyendo

La mirada implacable de Oates

Una de las corrientes subterráneas que atraviesa sin redención la biografía de América —tal vez la de cualquier país— es la violencia. Esa violencia fundacional, sobre la que se alzaron las fronteras de Estados Unidos, y que parece empapar la atmósfera del continente desde la época de las grandes migraciones al Oeste hasta nuestros agitados días. Una de las más agudas indagadoras de esa constelación de violencias, que parece hallarse encriptada en el código genético de su nación, es la escritora Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), capaz de adentrarse sin miramientos en ese universo convulso, siempre al borde de la de la erupción, en el que hasta el propio paisaje se contagia de esas raíces estremecidas por el caos: «Si ibas en coche por las zonas rurales al norte de la ciudad —las estribaciones de los montes Adirondack—, veías los restos de antiguos glaciares en su lenta violencia, … Seguir leyendo

Tres rostros pálidos

Por esas cosas de que no siempre coincide exactamente el periódico con su reflejo en Internet, se me habían quedado en el tintero tres columnas del Rostro Pálido que salieron en papel, pero no en el blog. Aquí las planto por si todavía hay alguien por ahí que no esté saturado del tema. Gracias a todos por vuestros comentarios y ánimos. Un enorme y blogosférico abrazo.

El niño de la pelota (17 de julio)

El experimento es sencillo. Se agarra un puñado de arena y se arroja al suelo. Al rato, como muy tarde a los cinco minutos, aparecen un niño y una pelota. Nadie ha estudiado a fondo este misterio. En Oxford sospechan que tiene algo que ver con la ley de la gravitación universal de Newton. No sé, pero el caso es que igual que los rostros pálidos y el sol nos repelemos mutuamente, la arena y el … Seguir leyendo