La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Anda revuelto el patio de la prensa. A la crisis planetaria (esa en la que algunos ven los mismos brotes verdes que tal vez se hayan fumado previamente) se suman en los medios de comunicación el desplome de los ingresos por publicidad y la fuga de lectores desde el papel (o sea, apoquinando) a las pantallas (por el morro). Es complicado que alguien con menos de 25 tacos pague 1,10 euros por este artilugio llamado diario, porque la chavalada se lo papa gratis total en el ordenador, la PDA o el móvil y, además, actualizado en tiempo real, con vídeos, sonido, comentarios y toda la artillería multimedia.

Umberto Eco, que tiene más de integrado que de apocalíptico, ha pasado por Madrid para sentenciar: «Hegel dijo que la lectura de los diarios por la mañana eran el rezo matutino del hombre moderno, pero no sé si mi nieto querrá rezar de esa manera». No tengo ni idea de lo que va a pasar de aquí a tres años vista (ya no digamos más allá). Pero creo que los vaticinios que sobrevuelan nuestras cabezas son tan fiables como los pronósticos de los augures romanos cuando examinaban las entrañas de las aves para predecir el curso de una batalla.

Lo que sí tengo claro es que la principal herramienta de Internet, más poderosa incluso que las imágenes y el sonido, sigue siendo la palabra escrita. Así que habrá que darle a vueltas a la mollera para que este tinglado del periodismo siga funcionando, en el formato que sea, porque tenemos entre manos una materia prima de muchos megatones. 

Hay un ejemplo cercano. Como subrayó ayer el propio Eco, el libro actual tiene ya 500 años y, si nos vamos a los manuscritos, más de 1.000. El libro ha sobrevivido a todas las embestidas: la radio, el cine, la televisión, los videojuegos e Internet juntos no han podido con Gutenberg (al menos de momento). El libro tiene un diseño imbatible, cierto. Pero, sobre todo, tiene una sustancia única: contenido. Esa chicha es la que marca la diferencia. La diferencia entre pagar o no pagar. Y la diferencia entre lo que se esfuma y lo que permanece. Apliquémonos el cuento (nunca mejor dicho).

Lástima que cuando ya estamos metidos hasta el cuello en el centro del torbellino en lugar de usar las neuronas para hallar nuevas salidas, ciertos gurús mediáticos se dedican a disparar contra el pianista, o sea, contra el bloguero. Baste, como muestra, esta recopilación de Mangas Verdes (vía La Huella Digital): Un bozal inútil. Así nos va.