Hay canciones que, de pronto, se te adhieren al tímpano, a la trompa de Eustaquio, yo qué sé, a la geología interior del cráneo, y sencillamente ya no te dejan. Son como uno de esos moluscos que una vez pegados a un acantilado con barbas de alga y cielo de Galicia ya sólo los puedes arrancar con cirugía (o a martillazos, claro). Estos días, que hasta los traperos han puesto de saldo sus chismes y cacharrerías, a mí se me ha pegado a las neuronas esta pieza de Nick Cave, Breathless.
Uno no puede apellidarse caverna impunemente. Cave lo sabe y es un asiduo de las cuevas, de las estalactitas (o estalagmitas, o como se llamen), de los subterráneos de esta vida aparentemente luminosa por la que nos deslizamos como si fuera el filo de una navaja. Aquí tenemos a Cave, con su banda habitual, The Bad Seeds, obsequiándonos una canción de su lado menos siniestro, del álbum The Lyre of Orpheus. A Cave lo hemos visto, entre otras madrigueras, en la película El cielo sobre Berlín, del ahora menospreciado Wim Wenders, largometraje tan lento como hermoso en el que Cave y sus malvadas semillas actúan para los protagonistas en un moderno garito berlinés.
Como es veranito (al menos eso cuentan en el mundo exterior), conviene relajar un poco los músculos, incluso los cerebrales, y dejarse llevar cuesta abajo por la voz del gran Cave en este Breathless. La música, ya se sabe, es una de las formas más precisas de la felicidad.
Muy lindo haber pasado por aquí antes de retirarme hoy..
this song is like a breathless dancing caress!
Por cierto, me ha encantado esa última frase: «La música, ya se sabe, es una de las formas más precisas de la felicidad.»
nite-nite!