La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
Seleccionar página

Paco nos ha recordado estos días los senderos de ida y vuelta tendidos sobre el Atlántico entre Galicia y Argentina. Galicia, de hecho, tiene bandera porque un buen día la peña, harta de pasarlas canutas en la aldea, metió cuatro cosas en la maleta y embarcó en un paquebote rumbo a América. Cuenta Xosé Neira Vilas que lo último que veían los emigrantes asomados a la cubierta de tercera del buque era la bandera del puerto de A Coruña, una tela blanca con una diagonal azul celeste, y, con la morriña ya incrustada en las meninges, se quedaron con esos colores como enseña (otro acierto que prueba que el azar hace las cosas mucho mejor que los políticos).

Así, con la bandera portuaria en la solapa del cerebro, los viajeros convirtieron a Buenos Aires, primero, en la capital de la emigración y, tras la infame Guerra Civil, en la gran capital del exilio intelectual gallego. En esos caminos de ida y vuelta vivió, por ejemplo, Luis Seoane, que nació en el Buenos Aires de la emigración, regresó a su Galicia de origen, luego, perseguido por el franquismo, tuvo que instalarse en el Buenos Aires del exilio y, finalmente, volvió a A Coruña para pintar sus últimas cosas a la luz de esa Torre de Hércules desde la que él podía ver Irlanda o lo que le diese la gana, porque en el interior de su cráneo pululaban las galaxias como pájaros.

Buenos Aires también está en Galicia. El arriba firmante, por citar al que tengo más a mano, se quedó en el más acá gracias a un sabio de la cirugía cardíaca que nos llegó desde Buenos Aires, el doctor Alberto Juffé Stein, otro caso memorable de esos recorridos de ida y vuelta entre Galicia y Argentina. Juffé se vino a España para trabajar en Madrid, volvió a su Buenos Aires para poner en marcha un programa pionero de trasplantes y, al final, se ha quedado con nosotros como jefe de cirugía cardíaca del Hospital Juan Canalejo de A Coruña. Todo un lujo para los que de pronto tenemos que poner, literalmente, nuestro corazón en manos ajenas.

Será porque Galicia y Argentina comparten el color de sus banderas, será por Luis Seoane y sus dibujos como poemas, será porque un cirujano bonaerense me rescató de entre los muertos con su destreza, pero cuando a España, cada cuatro años, la largan como siempre del Mundial al llegar a cuartos, el menda se pone la camiseta de Argentina y jalea a Messi, ese mago futbolero. Porque los gallegos, al fin y al cabo, también somos un poco argentinos.