La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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El primer día que Charles Bukowski se sentó delante de uno de estos artefactos le asaltó la duda, la enorme duda, de si el ordenador iba a ser la máquina que lograse acabar con él, algo que no habían conseguido ni el alcohol, ni las mujeres, ni siquiera la miseria, ya se sabe, cuando era joven y estaba él solo en un cuarto de Nueva Orleáns con un par de ratas y toda su literatura hirviéndole en el cráneo. Lo contó en un memorable poema. Por supuesto, el artilugio no pudo con el viejo poeta y, es más, Bukowski es a día de hoy un privilegiado inquilino de la Red, en la que se pueden degustar algunos episodios conocidos de su leyenda, como cuando, con un par de botellas de más en el cuerpo, plantó a los sesudos tertulianos de Apostrophes, el programa cultural estrella de la televisión francesa. El poeta también se deja ver y escuchar en variopintos fragmentos de películas, entrevistas y recitales, como este vídeo en que nos lee uno de sus hermosos y devastadores textos.

Y es que la poesía debe de tener algo que le ha llevado a sobrevivir tres mil años (o por ahí) sobre la superficie de este planeta de psicópatas, desde que Homero y los otros griegos que empiezan por hache -Hesíodo, Heráclito y toda la banda-, se pusieron a juntar hexámetros y echaron a andar esta máquina imparable con la que no han podido ni los tiranos, ni el whisky, ni la telebasura, ni siquiera la CIA.

No sabemos muy bien por qué, pero las cosas que nos mueven al final siempre son un puñetazo directo al alma (o como se llame), una dentellada en el pecho, como un verso del gran Bukowski.