La Voz de Galicia
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El Gobierno turco ha decidido autorizar el uso en los documentos oficiales de las letras q, w y x, que no existen en el alfabeto turco, pero que son empleadas, por ejemplo, en la prensa y la publicidad. Con la reforma ortográfica de 1928, el turco pasó de escribirse con caracteres árabes a los latinos. Su alfabeto está compuesto por 29 letras, entre las que aparecen ç, ğ, ö, ş, ü y una ı sin punto, además de la i que lo lleva. Carece de las ya mencionadas q, w y x.
La medida ahora anunciada va a beneficiar a la población kurda, que desde tiempos recientes podía usar nombres de persona y de lugar en su lengua, pero con el alfabeto turco, por lo que debían transliterar las letras q, w y x como k, v y ks, respectivamente. El alfabeto kurdo tiene 30 caracteres y cuatro dígrafos (jh, ll, rr, sh).
Los obstáculos que tenían los kurdos para inscribir nacimientos y matrimonios con la grafía propia de su lengua los encuentran también los turcos en los países europeos a los que han emigrado y cuyos alfabetos tienen diferencias con el suyo. Y no por mala voluntad, sino por una natural ignorancia de los hablantes de otras lenguas. El problema se da en muchas direcciones. Nuestra ñ no la emplean otros idiomas, cuyos hablantes suelen ignorar cómo se pronuncia y que no la encontrarán en los teclados de sus ordenadores. Lo mismo que los españoles cuando nos topamos con, por ejemplo, una o barrada (ø), propia del danés y el noruego, o una Eszett (ß), del alemán. Si en España sustituimos la o con Umlaut (ö) de Schröder por oe, cuando un alemán lea Schroeder quizá no reconozca el apellido de un excanciller.
Hay quien propone ignorar los signos exóticos y adaptar como se pueda los nombres que los tengan (en el ámbito oficial, la Ley del Registro Civil permite la adecuación gráfica al español de la fonética de apellidos extranjeros). Otros son partidarios de respetar el original, aunque no sepan interpretar los signos extraños, que deberán buscar en el mapa de caracteres del ordenador. Parece que nos encontramos ante uno de esos problemas que tienen varias soluciones, pero ninguna buena.